martes, 28 de septiembre de 2010

La tragedia de villa Ocampo.

A propósito de la tragedia de Villa Ocampo

Argentina es un gran Cromagnón; el país de las profecías autocumplidas. Todo lo que sabemos que va o causar una desgracia, termina siendo una tragedia, y cuando no ocurre nos autoconsolamos religiosamente: “no pasó porque Dios es grande”.

Por Darío H. Schueri – Desde Santa Fe


Pero a veces los insondables misterios Divinos que nunca develaremos, pero bien podríamos comenzar un día de estos a no provocar desde nuestra terrenal e imperfecta existencia, nos sorprenden de manera desgarradora. Hoy solo nos queda orar para que esas 14 almas de Villa Guillermina descansen en la Paz del Señor.

Y pedirle a nuestros por demás terrenales funcionarios que aporten su responsabilidad para que no ocurran cosas como éstas, haciendo cumplir las normas más elementales.

La estupidez humana jamás podrá ser controlada por Estado alguno. Nacemos anómicos; las reglas de convivencia nos la inculcan desde nuestros padres, pasando por las maestras, y más tarde el Estado, que dicta normas para después no observar su cumplimiento.

En la tragedia de Villa Ocampo no tiene nada que ver la adhesión o no de la Provincia de Santa Fe a la Ley Nacional de Tránsito, adhesión que por otra parte acaba de ser modificada en Senadores la semana pasada y regresó a Diputados. Si hubiere estado vigente la homologación, ¿ese imprudente camionero oriundo de Las Toscas no hubiera subido a la ruta de noche, con un camión y por lo que se dice, con dos acoplados sin luces reglamentarias, cargados con caña de azúcar? ¿Hubiera calculado –o visto en el mejor de los casos- la distancia de las luces que venían desde el Norte en sentido contrario?

La imprudencia, fruto de la impunidad colectiva porque nadie hace cumplir las leyes, nos transmuta en peligrosos homicidas culposos al volante. ¿Qué hacía un camión de más de tres décadas circulando por una ruta internacional como es la 11? ¿Es verdad que llevaba dos acoplados?. De ser así, Gendarmería, con quien la Provincia firmó un discutible acuerdo de control de rutas provinciales el año pasado debería haberlo sancionado con el secuestro del rodado hace tiempo.

La cotidianeidad de la conmiseración; “pobre tipo, vive de eso, no lo vamos a perjudicar sacándole le herramienta de trabajo”. Si no tienen comprobada manera de cambiar la herramienta de trabajo, llámese camión o camioneta, ¡ahí debe estar el Estado con un crédito blando para que ese ciudadano pueda seguir trabajando, pero en regla!.

Y así, pasa lo mismo la salida del Mercado de Frutas y Verduras en Santa Fe: camionetas en dudoso estado mecánico parten rumbo a sus lugares de origen. Los inspectores de Tránsito están en el centro de la ciudad; a veces es más cómodo – y redituable- pescar en la pecera.

Volvamos a Villa Ocampo (hace cuatro años Margarita con la tragedia del Colegio Ecos de Capital Federal). Suponiendo que Gendarmería no es tan incompetente y de verdad controla la ruta 11, máxime desde junio a octubre en plena y desenfrenada época de zafra azucarera. ¿Puede haber un puesto en cada acceso a la ruta a las doce de la noche a lo largo de más de cien kilómetros azucareros? La respuesta es NO. De la misma manera que no puede haber un policía por cada ciudadano propenso a que lo roben en las grandes urbes.

La imprudencia del camionero que nos ocupa no puede ser controlada por nadie. Solo por él mismo y la aprehensión de las normas que recibió a lo largo de su vida, en un país donde violarlas pareciera ser un deporte nacional.

El utilitario de la tragedia y su fallecido conductor. Era para uso local (en el ejido urbano de Villa Guillermina) y apto para discapacitados con capacidad para 12 ocupantes. La Comuna de Villa Guillermina lo cedió para llevar gente a una localidad (Villa Ocampo) situada “ahí nomás”, a poco mas de 40 kilómetros.

Dicen que partió con el número reglamentario de personas transportadas, pero – como siempre ocurre – al regreso se “colaron” familiares de los actuantes del ballet que no tenían más horarios de colectivos para volver. 19 personas en total. Total, “es hasta ahí nomás”. Otra vez la imprudencia omnipresente. 14 muertes, cinco heridos. Hagamos teoría contra fáctica macabra: ¿cuántos muertos hubiera habido si se hubiera cumplido con el cupo de 12 asientos? 5 ó 6 No más.

Señores: no hay Ley de Tránsito que valga, ni autopistas, ni nada, si cada uno de nosotros sale a la calle y las rutas con la inconsciente intención de matar y matarse.

Queremos que se cumplan las Leyes, pero cuando un control nos detiene y nos multa por no tener el vehículo en regla, o superar, por caso, el control de alcoholemia, poco menos que queremos boxear al inspector; o en el más osado de los casos, coimearlo.

Así somos, así vivimos…y a veces así morimos.

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