martes, 28 de septiembre de 2010

Mientras la ciudadania argentina sienta la cosa publica ajena a su vida, no habra cambios positivos.

Argentina debe despertar
¿Puede ser sano, carente de dolor, un país que deba universalizar una asignación por hijo? ¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en el cual crezcan los planes sociales? ¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en donde los estudiantes finalizan el festejo de su día en medio de partes médicos y policiales?

Por María Herminia Grande


Es muy difícil, día a día, registrar los acontecimientos de la decadencia argentina sin reiterar análisis. Tal vez, y aunque resulte prematuro, dado que las definiciones políticas serán en el 2011, es bueno apelar al análisis para intentar construir un futuro. Juan Pablo II decía que la política está en las sociedades para intentar quitar lo que en ellas duele. Por lo tanto resulta un ejercicio fácil para cualquier ciudadano, observar si un gobierno municipal, provincial o nacional es eficiente. La pregunta es: ¿cuánto dolor han evitado y/o disminuido durante su gestión?

Hay dolores más visibles: asesinatos, enfermedades, accidentes.... Existen otros, mucho más íntimos: hambre, frío. Y otros casi silenciosos: el miedo, la violencia. Algunos vienen del pasado, otros condicionarán el futuro. Discapacidad mental y motriz por deficiente alimentación tiene su correlato: no poder crecer, desarrollarse, tener oportunidades.

¿Puede ser sano, carente de dolor, un país que deba universalizar una asignación por hijo?
¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en el cual crezcan los planes sociales?
¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en donde los estudiantes finalizan el festejo de su día en medio de partes médicos y policiales?
¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en el cual se incorporan diariamente entre 3 mil y 5 mil personas a la pobreza, mientras sus Presidentes aumentan su patrimonio en un 572% durante sus mandatos?

Si la inflación produce dolor porque propicia el empobrecimiento; la corrupción mata. Si la sociedad argentina es inmune a la corrupción, significa que desde hace varios años desaprendió, ignoró o desestimó adherir a los valores que toda sociedad necesita para convivir y desarrollarse. Las sociedades vacías de valores funcionan desde lo individual reaccionando sólo ante el interés personal o sectorial. De esta manera se involucran desde lo peor que un individuo tiene: egoísmo y falta de escrúpulos.

Producto de la crisis del 2001, se registró un 25% de aumento de los casos de infartos. Andrés Klipphan, en su libro “Remedios que matan” revela que producto de la corrupción en los medicamentos mueren 21.800 pacientes por año, por remedios truchos, adulterados, vencidos, robados, con troqueles falsificados que terminan enfermando y matando. Son asesinatos, crímenes silenciosos. En el 2000 se registraba un 1% de medicamentos adulterados, en el 2009 ese porcentaje ascendió al 10%.

¿Puede ser sano, carente de dolor, un país donde en democracia se identifique a oficialismo y a oposición como amigo-enemigo?

¿Puede ser sano, carente de dolor, un país en el cual por razones fundadas o no, se corten calles y/o rutas y/o autopistas y/o conexiones limítrofes?

¿Puede ser sano, carente de dolor, un país donde su dirigencia exprese conceptos tales como “si dejamos de robar por dos años este país se arregla”; “para los senadores tenemos la Banelco”, “tengo las manos atadas”; “nosotros pusimos esta Corte para otra cosa”?

No es sano, un país, Argentina que según el informe del año 2010 elaborado por las Naciones Unidas, se ha convertido en el principal consumidor de cocaína del continente.

Si los indicadores demuestran que el resultado marca la profundización de la peor de las llagas que toda sociedad tiene, cual es el incremento de la injusticia social; el camino a adoptar pasa por la conciencia de cada uno de los integrantes de la sociedad argentina. Quienes a mayor comprensión de la situación (la misma está dada por las posibilidades de alimentación, de educación y de afecto recibido), tienen mayor responsabilidad para involucrarse políticamente.

Mientras la ciudadanía argentina sienta a la cosa pública ajena a su vida, no habrá cambios positivos. Mientras la ciudadanía argentina vea a la cosa pública como el empleo seguro, no habrá cambios positivos.

Conciente de la importancia de la comunicación en una sociedad globalizada, una responsabilidad mayúscula compete a los medios de comunicación y a sus trabajadores, quienes se encuentran ante el desafío de comunicar porquerías o comunicar valores.

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