Harriet Michael
21 de octubre 2011 (Notifam) – “Mamá, estoy embarazada”. Con este anuncio, mi hija de 20 años de edad, estudiante en una universidad cristiana, sacudió mi mundo y lo cambió para siempre. Mi hija continuó diciéndome: “He cometido un error y no quiero cometer otro. No me voy a casar con el padre del bebé, al menos no por ahora, y no voy a abortar a mi hijo”.
En septiembre de 2006: Una noticia que hace temblar la tierra
El teléfono sonó un poco antes de medianoche, despertándome de un sueño profundo. La voz de Kristin era tranquila cuando me dio la noticia. Ella había pasado la mayor parte del día contemplando su situación antes que me llamara. Había resuelto algunas dudas. Sabía que llevar el embarazo de su hijo a término significaría confesar la situación a las autoridades de su universidad cristiana y enfrentar cualquier consecuencia que esa confesión pudiera provocarle.
Kristin también sabía que esa vida que crecía dentro de ella alteraría la suya para siempre. Ella podría llegar a convertirse en tema de habladurías incontenibles y era casi seguro que tendría que renunciar a su puesto inicial en el equipo de voleibol de la universidad. A pesar de ello, había decidido que el aborto estaba fuera de la cuestión. Aunque respaldé la posición pro-vida de mi hija, yo necesité algún apoyo emocional. Le dije que yo necesitaba compartir la noticia con su padre y que la volveríamos a llamar.
Mi marido estuvo trabajando hasta tarde en su oficina en casa. Le comuniqué la noticia de nuestra hija, luego la volvimos a llamar -cada uno de nosotros en una extensión diferente. La respuesta de mi esposo fue maravillosa. Le dijo que la amaba y que se sentía orgulloso de ella por elegir la vida. Pero después que colgó, ambos lloramos.
En octubre de 2006: “¡Es un bebé de verdad!”
“Antes que te formase en el vientre, te conocí” (Jeremías 1, 5).
Cristina se enfermó enseguida – atormentada con náuseas crónicas casi desde el principio. La escuela manejó bien la noticia. El decano de los estudiantes le dijo que la escuela no aprobaba las relaciones sexuales prematrimoniales, pero que era pro-vida, y ser pro-vida obligaba a ayudar a las madres solteras, ya que son las mujeres que más a menudo buscan abortar. La escuela le ofreció la opción de permanecer allí, lo cual incluía asesoramiento y un cambio de vivienda.
A la octava semana del embarazo mi hija tuvo su primera ecografía. Llamó y me dijo todo sobre la ecografía, con gran emoción en su voz. No sabía todavía si su bebé era niño o niña, ¡pero él o ella tenía una cabeza, un cuerpo, brazos, piernas, dedos, manos y pies! Mi hija desbordaba alegría cuando me contó que su bebé se había movido alrededor de la pantalla delante de ella, moviendo sus diminutos brazos y piernas.
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Luego dijo: “Mamá, cuando regresé a mi habitación después de la ecografía, tenía un e-mail esperándome… de un amigo me decía que no era demasiado tarde para tomar la píldora abortiva. ¡Todavía me quedaba una semana más antes que fuese demasiado tarde!”. La mifepristona (conocida anteriormente como RU-486) ??se puede tomar hasta la novena semana después del primer día del último período menstrual de una mujer – en otras palabras, hasta las siete semanas de embarazo.
Cristina continuó diciendo: “¡Mamá! Mi amigo me decía que yo podía tomar una píldora y hacer que desaparezca mi ‘problema’. Pero no es un ‘problema ‘- ¡es un bebé! ¡Lo he visto! Tiene brazos y piernas, y aunque yo no pueda sentirlo todavía, se está moviendo por todas partes dentro de mí!”
El 13 de abril de 2007: Ha nacido un niño
“Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría” (Salmo 126, 5).
“Los que siembran con lágrimas cosecharán con gritos de alegría” (Salmo 126, 5).
Una vez más, me desperté de un sueño profundo a causa de mi hija. Esta vez fue a las cuatro de la mañana. Se puso de pie frente a mí, sacudiéndome suavemente por los hombros y diciendo: “¡Mamá! ¡Mamá! ¡Despierta! Creo que rompí la bolsa de agua”.
Cristina se había trasladado de vuelta a casa después haber terminado el semestre de otoño y estaba viviendo con nosotros mientras asistía a clases nocturnas en una universidad local. Su bebé no esperó otras seis semanas. Yo estaba sorprendida, y también preocupada, al saber que había roto tan temprano su bolsa de agua. En cuanto el sol comenzó a asomar en el horizonte, las dos nos dirigimos rápidamente al hospital.
Desafortunadamente, su trabajo de parto y el alumbramiento no fueron sin incidentes. Hubo desaceleraciones tardías en la frecuencia cardíaca de mi nieto, una condición potencialmente peligrosa e inclusive mortal. El médico le dijo a la enfermera: “Si el corazón de este bebé no vuelve a latir hasta dentro de 30 segundos, lo hacemos salir en tres minutos”. Luego él gritó: “¡TRES MINUTOS!” y el personal del hospital entró en acción. La frecuencia cardíaca del bebé volvió pronto a la normalidad, pero el médico recomendó proceder con la cesárea
Me permitieron permanecer en la sala de operaciones con Cristina y sentada en un taburete cerca de su cabeza. Una cortina aislaba su cabeza y abdomen de manera que ninguno de nosotros podía ver a la cirugía. Después de un rato, el médico me dijo que podía mirar por encima de la cortina y ver a mi nieto.
Como enfermera, yo había visto un puñado de partos normales y cesáreas, pero nunca antes había visto esto. El médico sostuvo a mi nieto en la posición de sentado en la panza de mi hija – pesaba 2 kilos y 300 gramos-, ¡y todavía tenía el saco amniótico alrededor de él! Parecía que tenía una media por encima de su cabeza, sólo que esta media se parecía más a una bolsa de plástico transparente. Y detrás de esa bolsa estaban sus dos grandes ojos marrones. ¡Ellos estaban muy abiertos y miraban hacia mí! ¡Era una de las criaturas más hermosas que he visto nunca!
Aunque se había adelantado seis semanas, el pequeño Grason parecía saludable. Pero por desgracia, en cuestión de horas, se hizo evidente que no lo era. Tuvo un shock séptico. Tres días después, también mi hija tuvo un shock séptico. Ella estaba recibiendo antibióticos triples por vía intravenosa, y él estaba recibiendo antibióticos dobles en sus venas. Por la gracia de Dios, ambos vivieron y se recuperaron por completo.
En su chequeo post-parto a las seis semanas, el médico de Cristina la saludó exclamando: “¡Bueno, me alegro de verte levantada! Durante un minuto pensé que iba a perderte”. Cuando ella le preguntó si él estaba bromeando, su respuesta fue cuidadosamente expresada: “Bueno, no perdemos madres muy a menudo en estos días, pero cuando nos sucede, es el riesgo que corrías”.
En diciembre de 2008: ¡“No me hables del aborto!”
En algún momento cerca de la Navidad del año siguiente, Cristina me contó sobre una discusión que tuvo con una amiga suyo respecto al aborto tardío. Mi hija le dijo a su amiga que su bebé había nacido a las 34 semanas – una etapa gestacional en la que algunos bebés son abortados (ya que se permite el aborto hasta el nacimiento). Grason casi había muerto al nacer, y tanto él como ella estuvieron a punto de morir después de su nacimiento. Él había pasado las dos primeras semanas de su vida en la unidad de cuidados intensivos neonatales, lo que le había costado a ella una fortuna. Ella agregó: “¡No me hables de los abortos tardíos! ¡Cuando otros están matando a sus bebés, yo hice todo lo que pude para salvar al mío! Mi bebé era apreciado. Su vida fue valorada – ¡por eso hice un gran sacrificio personal, padecí dolores y afronté gastos para mantenerlo con vida!”
Estoy de acuerdo con mi hija. ¡Ni siquiera me hables de abortos! Conozco el valor de la vida, inclusive cuando no está prevista la llegada de un bebé. He experimentado esto de primera mano. Mi pequeño nieto imprevisto y nacido fuera del matrimonio es una de las bendiciones más grandes que Dios me ha dado. ¡Este niño tiene mi corazón envuelto alrededor de su dedo meñique, y no puedo imaginar mi vida sin él!
¡Tampoco puede mi marido, que adora a su nieto! Él lleva al pequeño niño sobre sus hombros. Ellos son amigos. Cuando veo la sonrisa con hoyuelos de Grason iluminando todo el mundo a su alrededor, recuerdo las lágrimas que mi marido y yo vertimos cuando nos enteramos que nuestra hija estaba embarazada.
Mi hija renunció a la vida dormitorio en la universidad, al voleibol, y a su independencia. Se mudó de nuevo a casa, tomó un trabajo a tiempo parcial y continuó en la escuela – mientras también está aprendiendo a ser madre. ¡Yo no podría estar más orgullosa de su valiente lucha para darle vida a su hijo!
Sin duda, la palabra de Dios es verdad: ¡Los que sembraron con lágrimas, cosechan con gritos de alegría!
Publicado en inglés en http://www.lifesitenews.com/news/mom-im-pregnant-a-profile-in-pro-life-courage
Traducción por José Arturo Quarracino
Nota: Este artículo apareció originalmente en la revista Celebrate Life (Celebra la Vida) de la American Life League/ALL (Liga Americana por la Vida) en los Estados Unidos de América, y se reproduce aquí con permiso de la autora. Harriet Michael escribe desde Louisville, Kentucky. Casada durante 32 años, ella y su esposo John tienen cuatro hijos y un nieto. Se puede encontrar su diario cibernético en inglés aquí.
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