Mecanismo de persecución ideológica
Por Mónica Liberatori de Toulemonde.
El mecanismo de persecución política puesto en funcionamiento en la secretaria de Asuntos Militares del ministerio de Defensa ha excluido de la condición de ciudadanos al personal de las FF.AA., dado el grado de arbitrariedad con que se vulneran los más esenciales derechos constitucionales.
Mi esposo, CF Marcelo Toulemonde, fue víctima de una operación que pretendió implicarlo en una maniobra urdida para encubrir la intención de separarlo de su carrera, luego de que fuera sancionado “por no controlar debidamente a su esposa” ante el discurso que la Sra. Cristina Fernández pronunciara en el Colegio Militar de la Nación durante una ceremonia de egreso de oficiales.
La mencionada maniobra se vio impedida por el resultado de las investigaciones realizadas por la Armada, que concluyeron en la inocencia de mi esposo, situación que se vio refrendada en la propuesta por parte de la Fuerza para ser ascendido al grado inmediato superior con retroactividad al año 2008, que fuera elevada a la secretaría que encabeza el licenciado Alfredo Forti durante el mes de diciembre pasado.
La dilatoria en la resolución motivó que mi esposo pidiera en forma reiterada vista del expediente mencionado, cuestión que le fue denegada varias veces, la última por la directora de Asuntos Militares, licenciada Alejandra Matin, quien lo increpó endilgándole que él estaba en contra del ministerio, argumento por demás falaz, ya que mi esposo ha demostrado en todo momento su respeto por las leyes, los procedimientos y las instituciones.
Tal fue el sentimiento de impotencia de mi esposo que, al expresarle a la mencionada funcionaria que su actitud era vulneradora de sus derechos constitucionales y que tal arbitrariedad le hacía temer por el futuro profesional, ya no de él, sino de nuestros hijos oficiales de la Armada, sufrió un pico de presión que motivó que fuera evacuado al Hospital Naval.
Tal fue el sentimiento de impotencia de mi esposo que, al expresarle a la mencionada funcionaria que su actitud era vulneradora de sus derechos constitucionales y que tal arbitrariedad le hacía temer por el futuro profesional, ya no de él, sino de nuestros hijos oficiales de la Armada, sufrió un pico de presión que motivó que fuera evacuado al Hospital Naval.
A resultas de lo narrado, regresamos a nuestro hogar en Mar del Plata, para cumplir estrictamente con el reposo ordenado, circunstancia en la cual pese a estar por orden médica sin servicio y con reposo, recibió una comunicación telefónica de un superior por la cual se le ordenaba tomar conocimiento de una foja de conceptos complementaria a fin de que una Junta de Calificaciones lo considere ahora no propuesto para el ascenso y no propuesto para permanecer en el servicio activo, situación que revertiría en 180 grados lo evaluado el año pasado por el mismo órgano asesor, dejando expedito el camino para el objetivo fijado por la secretaría de Asuntos Militares del ministerio: su alejamiento del servicio activo en forma rápida y definitiva.
He mantenido una entrevista con el Jefe de Gabinete del ministro Puricelli, quien me confirmó que existían errores en la gestión del licenciado Forti que debían diferenciarse claramente de su persona, diciendo que Forti es Forti. ¿Debo entender que Forti es entonces la mano ejecutora de un plan de discriminación de militares con lazos de sangre o de afecto con quienes Forti considera enemigos políticos o ideológicos? ¿Forti puede tener una discrecionalidad superior a la del ministro u ocultar los dictámenes de las Juntas a la Comisión de Acuerdos del Honorable Senado de la Nación? ¿Es Forti al que le llegan legajos manipulados donde los oficiales propuestos por las Juntas de Calificaciones son eliminados sin explicación?
Me pregunto entonces a dónde puedo clamar por Justicia si mi marido es perseguido y acosado por mi culpa, porque quise recordarle a la presidente de todos los argentinos que su discurso olvidaba a un soldado muerto en democracia por manos de terroristas. Mi clamor ¡Larrabure! fue el desencadenante de una pesadilla de persecución y hostigamiento.
Me pregunto entonces a dónde puedo clamar por Justicia si mi marido es perseguido y acosado por mi culpa, porque quise recordarle a la presidente de todos los argentinos que su discurso olvidaba a un soldado muerto en democracia por manos de terroristas. Mi clamor ¡Larrabure! fue el desencadenante de una pesadilla de persecución y hostigamiento.
Como argentina, víctima de una flagrante discriminación, me he visto en la obligación de que mi caso tomara Estado Parlamentario mediante el trámite número 3323/11, para alertar a nuestros Senadores de las mordazas ideológicas y las actitudes de venganza y odio con que algunos funcionarios deslucen la investidura que ostentan, manchándola con su arbitrariedad.
Queda entonces para el momento de votar la sentencia bíblica: “Por sus frutos los conoceréis, no puede el árbol malo dar buenos frutos”.
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