*COLOMBIA*
Carta abierta al comandante de las FARC
por Medófilo Medina
(historiador colombiano)
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Lunes, 11 de Julio de 2011
Una carta personal, serena y balanceada al
comandante de las FARC, donde se exploran uno
por uno sus argumentos históricos y sus razones
actuales para justificar la lucha guerrillera.
Esta misiva franca pero respetuosa y algo
extensa sin duda es de lectura obligatoria para
quienes piensen que la guerra debe proseguir y
para quienes todavía buscan una salida negociada
al conflicto interno que vivimos desde hace
medio siglo.
Personas de carne y hueso
Comandante Cano:
Me dirijo a usted apoyado en dos razones.
La primera es la circunstancia de haberlo
conocido personalmente y de haber interactuado
como miembros de la Juventud Comunista.
Estudiamos en la misma facultad de la
Universidad Nacional; es cierto, Usted entraba
cuando yo egresaba del pregrado.
La última vez que hablamos brevemente fue
durante mi visita al Campamento del Secretariado
de las FARC del 26 al 29 de febrero de 1986, en
las postrimerías del proceso de paz que comenzó
en 1982. Llegamos allí con la colega de la
Universidad Nacional Rocío Londoño, quien había
iniciado su investigación sobre el dirigente
campesino Juan de la Cruz Varela y estaba
interesada en conocer la visión de Manuel
Marulanda y de Jacobo Arenas sobre Varela.
También conocí a Joaquín Gómez en Moscú cuando
adelantaba su carrera en la Universidad de la
Amistad de los Pueblos, y yo el doctorado en la
Universidad de Moscú. Me impresionaban su
disposición sencilla, su talante festivo.
Al comandante Pablo Catatumbo lo aprecio, podría
decir, como colega: recuerdo algunas
conversaciones sobre historia de Colombia
durante mi visita a la sede del Secretariado.
Aparte de su evidente erudición histórica,
mostraba una preocupación muy típica de la
profesión: la necesidad de las fuentes de
información, de conservarlas y recuperarlas
mediante la investigación. Me habló con
preocupación del archivo de las FARC o al menos
de la documentación que no estaba organizada,
sistematizada, sino apenas conservada. Me he
preguntado luego: ¿Se ha preservado aquella
documentación tan valiosa para la historia
contemporánea de Colombia?
Recuerdo también un encuentro con Iván Márquez
en una larga conversación donde tomó parte
Daniel Pecaut, una tarde reverberante en
Florencia en los tiempos del Proceso de Paz de
La Uribe. Entonces Iván ejercía como miembro
del Congreso de la República en representación
de la Unión Patriótica. Habíamos compartido
afanes en la lucha estudiantil con quien se
convertiría en el comandante París en las filas
de las FARC.
A Usted, a los dirigentes que he nombrado, no
los podría ver a través de los prismas
construidos por la propaganda de los medios de
comunicación. Tampoco los asumo en la condición
de héroes, aunque he admirado su decisión de
tomar riesgos y afrontar sacrificios en defensa
de una concepción social y política. La imagen
que de Ustedes tengo es la humana que guarda mi
retina, asociada con el intercambio en
actividades o discusiones políticas. En efecto
Ustedes fueron gente de estudio y dirigentes
políticos urbanos antes de convertirse en
cuadros militares.
Los colombianos necesitan entender el por qué de
la guerra
La segunda razón para esta carta es que he
pensado hace mucho sobre la necesidad que
objetivamente tendría el ciudadano corriente de
conocer la argumentación de las FARC, y de
sopesar tanto su visión del país actual como sus
propuestas hacia el futuro.
Durante años he sido profesor e investigador de
la historia contemporánea de Colombia, y en los
últimos quince años he dedicado también
esfuerzos al estudio de América Latina. Subrayo:
no soy experto en las FARC, pero dada la época
de la que me he ocupado, he tenido que leer y
reflexionar sobre el Conflicto Interno por
cuanto es parte inseparable de nuestra historia.
Por supuesto en estas líneas está incorporada mi
sensibilidad de ciudadano atento a las cosas del
bien común.
La intención primordial del grupo de
intelectuales que, junto con la senadora Piedad
Córdoba, le escribió a ustedes una carta era
iniciar un intercambio epistolar más allá de las
diatribas y la estigmatización. Debo reconocer
que tal objetivo cedió ante las urgencias del
momento y se extravió en los quehaceres
ciertamente necesarios del intercambio humanitario.
Creo que sigue siendo válido insistir en un
intercambio epistolar de esta naturaleza, el
cual tendría sentido independientemente de los
avatares de la guerra y de las dificultades
políticas y técnicas que rodearían una tal
comunicación. Un intercambio de cara a la
opinión pública y donde puedan participar
quienes quieran hacerlo y crean que la palabra
razonable mantiene su fuero aún bajo las
circunstancias más adversas.
En la coyuntura de Colombia y en la fase actual
del conflicto interno es por demás necesario y
oportuno profundizar la reflexión sobre el mismo
y abrir la discusión amplia y democrática, bien
sobre la inevitabilidad de la guerra o bien
sobre las posibilidades de la paz.
Malos augurios
Hace pocos días el almirante Edgar Cely,
comandante de las Fuerzas Militares
(Declaraciones para Caracol Radio, junio 15 de
2011) refiriéndose a la confrontación con
Ustedes afirmó: "Este es un momento histórico,
tenemos que estar unidos; estamos en los veinte
metros finales más importantes".
Pero tan preciso acotamiento de distancias
militares no convence ni al mismo personaje que
lo ha fijado. En el mismo reportaje había dicho
el almirante, aludiendo a las acciones recientes
de las FARC: "Cambiaron su estrategia y ahora
están generando una situación que entendemos
perfectamente, pero nosotros también estamos
cambiando nuestra estrategia" (énfasis añadido).
Pues bien: cuando se habla o cuando se proyectan
estrategias, estamos refiriéndonos a un período
más largo del que tomaría recorrer esas
cortísimas distancias.
Por su parte en el reportaje que el periódico
español Publico.es difundió el mismo día de las
declaraciones del almirante Cely, Usted,
comandante Cano, advirtió: "Mientras no
aboquemos seriamente, entre todos, la búsqueda
de soluciones a los problemas estructurales del
país, la confrontación será inevitable. Unas
veces más intensa, otras no tanto. En algunos
momentos con la iniciativa militar del Estado,
en otros con la iniciativa popular, en una
trágica ciclotimia que debemos superar,
inteligentemente, con grandeza histórica".
Lo que el párrafo deja en pie es la mención a la
"trágica ciclotimia" y esto nos lleva a entender
que para Usted la paz sigue siendo lejana, o que
estamos abocados a seguir en una curva de
confrontación sin término y donde no se asoma
todavía algún futuro esperanzador para los
colombianos. Aunque parezcan modestas hay
novedades que exigirían especial reflexión.
En su reportaje resulta muy limitada su
referencia a la Ley de Víctimas, a cuyo proyecto
Usted le había prestado mayor consideración en
el video difundido por Anncol en enero del año
en curso. Al respecto permítame una breve
digresión. Sobre el sentido político de esta ley
hablan tanto la criminal ofensiva que se ha
puesto en marcha contra los restituidos como
también el coro de voces de latifundistas y
ganaderos tradicionales, inversionistas
agrícolas y de sus voceros políticos que la
presentan como violación al sagrado derecho de
la propiedad privada y golpe a la "confianza
inversionista".
Los asesinatos buscan disuadir a los campesinos
empeñados en recuperar sus tierras de proseguir
con el movimiento, al tiempo que se proponen
apartar a las autoridades de su acción para la
aplicación de la ley. Ya antes el país ha sido
testigo del desarrollo de ofensivas y campañas
de esa índole cuando se ha ensayado poner en
marcha políticas agrarias de orientación
progresista. Yo me pregunto hoy, Comandante,
¿Volverán tales sectores a imponer de nuevo su
designio?
Los argumentos históricos de las FARC
Quisiera referirme a enunciados de las FARC que
unas veces se encuentran formalizados
programáticamente y otras veces se reiteran de
modo más informal en reportajes y declaraciones
concedidos por Usted o por sus compañeros del
Secretariado, como aquellos que se han conocido
durante los últimos meses.
Se trata de fórmulas verbales que en el discurso
de las FARC se asumen como axiomas o sentidos
comunes. Yo quisiera abrir sólo algunos de tales
códigos hasta ahora cerrados, para hacerlos
objeto del intercambio dialéctico.
Comienzo por los argumentos sobre el origen del
movimiento armado.
La Autodefensa campesina original
Un primer enunciado reza: la lucha armada en
Colombia no nació por decreto de nadie; fue la
respuesta popular a la violencia de
latifundistas y ganaderos amparados por un
régimen político antidemocrático y excluyente.
En principio la afirmación es verdadera, pero a
mi juicio hace falta seguirla con distancia
crítica en su desarrollo. Sin duda en 1949 y en
algunas regiones donde venían consolidándose los
movimientos de colonos y campesinos, resultó
inevitable organizar la autodefensa armada, no
ya en defensa de la tierra sino de la vida
misma. Pero ya en la primera pausa de "La
Violencia" en 1953, había motivos para
plantearse la reorganización de un movimiento
agrario que, por ejemplo en el Sur del Tolima,
venía trabajado con vigor desde mediados de los
años treinta. No sobra recordar que en
Chaparral, el Partido Socialista Democrático
(denominación temporal del Partido Comunista)
había tenido ya dos concejales campesinos, uno
de ellos el legendario Isauro Yossa.
Pero la reorganización del movimiento campesino
no ocurrió. Al contrario cundió el desconcierto
y se prolongó la confrontación con antiguos
combatientes liberales que respondieron de
manera aún más enconada y en efecto agravaron la
violencia.
Marquetalia: el viraje
Permítame hacer memoria del hecho crucial que
Ustedes con razón han celebrado como el hito
fundacional de las FARC. Ese hecho comenzó con
la agresión a los pobladores de Marquetalia por
parte del Ejército apoyado por fuerzas de
Estados Unidos mediante el tristemente célebre
Plan LASO. La respuesta que allí se dio era
inevitable y la hazaña de los colonos y
campesinos quedará inscrita en los anales de la
lucha del pueblo colombiano. Analizando aquella
coyuntura, Pierre Gilhodés escribió que entre
1964 y 1965 el Ejército colombiano "se inventó
un enemigo", dado que previamente no había una
actividad militar en esa avanzada de la
colonización.
Luego una decisión de los colonos llevó a
convertir las autodefensas en guerrillas. En
1966 el X Congreso del Partido Comunista
mediante otra decisión le dio contenido
estratégico a la lucha armada guerrillera al
adoptar la política de combinación de todas las
formas de lucha como su teoría y su práctica.
El paro cívico del 77 y la oportunidad perdida
Sólo menciono otro momento crucial. La
escogencia de una opción sería decisiva para
iniciar otra etapa de la lucha guerrillera y por
lo mismo otra fase del conflicto interno en
Colombia. Se trata, comandante Cano, de la
lectura del Paro Cívico Nacional (PCN) del 14 de
septiembre 1977 que hicieron la dirección de las
FARC y la mayoría de la izquierda.
Aquella fue una protesta formidable, un capítulo
de la historia de la muchedumbre política en
Colombia. Pero muchos concluyeron, de manera
subjetiva, que se acercaba la hora de hacer
confluir la movilización cívica con la acción
armada de la guerrilla, en un formidable
torrente insurreccional que resultaría
irresistible. Recordará usted que el M-19 fue la
guerrilla que de manera más acelerada readecuó
su acción a esa previsión. Las FARC concluirían
su aprestamiento para actuar de forma más
ofensiva en la VII Conferencia que tendría lugar
en 1982.
Aún me sigue sorprendiendo que el
establecimiento colombiano hubiera llegado a la
misma conclusión, pero en dirección contraria:
El PCN habría sido un intento de insurrección
cuya reedición debía evitarse a toda costa. El
presidente Turbay Ayala y el ministro de
Defensa, general Camacho Leiva, desarrollaron
entonces una ofensiva brutal y
desinstitucionalizada en defensa de las
instituciones.
La derecha y la izquierda asimilaron el PCN
desde sus propias matrices de pensamiento y no
pudieron o no quisieron entender lo que aquel
acontecimiento había significado realmente. La
polarización del país ganó terreno al tiempo que
la presencia de las mafias narcotraficantes se
hacía sentir en la economía, la sociedad y la
política. Esta coincidencia de fenómenos
resultaría trágica.
La izquierda hubiera debido estudiar el Paro y
la serie de los paros cívicos locales que habían
tenido lugar entre 1957 1977. A mi juicio, era
necesario ajustar la política a la primacía de
los escenarios urbanos y adecuarla a la cultura
política que había reflejado aquella protesta
multitudinaria contra el alto costo de la vida.
El camino escogido fue insistir en las mismas
estrategias de antes y darles la espalda a las
nuevas realidades.
Sumapaz y Viotá: un modelo alternativo
En la historia colombiana se encuentran modelos
de lucha armada, que Usted conoce bien, donde la
guerra terminó sin pasar por una derrota de los
combatientes. Aludiré a uno de ellos, uno
especialmente pertinente porque tuvo su origen
por la misma época y dentro de la misma matriz
política donde nacieron las FARC. Me refiero al
movimiento campesino encabezado por Juan de la
Cruz Varela en Sumapaz y Oriente del Tolima.
En esas regiones los campesinos tomaron las
armas a finales de 1949, combatieron eficazmente
contra la policía y las bandas al servicio de
los gamonales y caciques conservadores hasta
1953. En octubre de ese año entregaron las armas
en Cabrera y se reincorporaron a sus parcelas.
Volvieron a ser objeto de persecución sangrienta
y nuevamente fueron a la lucha armada en defensa
de la vida. Hasta el Sumapaz llegó la honda del
la campaña militar desencadenada por el gobierno
de Rojas Pinilla entre noviembre de 1954 y
mediados del año siguiente contra el movimiento
agrario del Oriente del Tolima, conocida como la
Guerra de Villarica.
Cuando la Junta Militar que sustituyó a Rojas en
1957 pintó algunas posibilidades de paz, Varela
entabló conversaciones y presentó un pliego de
demandas que fue aceptado por el gobierno. Años
después él mismo evocaría aquel breve período de
paz en los siguientes términos: "Las tropas
fueron retiradas, nos dieron todas las
garantías, salíamos a los pueblos, convivíamos
con el Ejército, con la policía y las
autoridades. Es un reconocimiento de honor al
mérito, porque parecía que nunca hubiéramos
estado en guerra" (Rocío Londoño Botero, Juan de
la Cruz Varela. Sociedad y política en la región
de Sumapaz (1902-1984), Bogotá: Universidad
Nacional, 2011, p.570).
Los campesinos volvieron al trabajo en sus
propiedades. No se trató ciertamente de una
marcha bucólica. Las bandas de terratenientes
causaron asesinatos, ocasionaron víctimas y
atropellos económicos, pero los campesinos se
quedaron, no permitieron el despojo de sus
tierras. En ello jugó un papel decisivo el hecho
de que los campesinos hubieran podido mantener
la organización y la movilización de la gente.
También por los tiempos de "La Violencia" de
1946 a 1964, el movimiento agrario de Viotá
negoció acuerdos para el Tequendama, que
hicieron de esta región una comarca de paz en
medio de la guerra. Debo anotar además que tanto
en Sumapaz como en el Tequendama, el Partido
Comunista respaldó las alternativas de la paz.
Estos casos merecen ser estudiados con
detenimiento en el momento actual cuando no
obstante el ruido de los tambores de la guerra
la paloma de la paz intenta levantar su vuelo.
Comandante Cano, si bien no desconozco que el
origen y el desarrollo de los conflictos
sociales obedecen a razones objetivas y a causas
estructurales, por otra parte subrayo el papel
de las decisiones o de las escogencias entre
alternativas políticas que llevan a cabo las
partes en el conflicto. Si destaco el resultado
de escogencias de caminos distintos del que
hasta hoy han transitado las FARC, lo hago en
virtud de aquella sabiduría elemental según la
cual las cosas que comienzan por voluntad de las
personas también pueden acabarse por voluntad de
las personas.
Paso ahora a conversar, si me disculpa Usted
esta ya larga misiva, sobre las razones sobre
las cuales las FARC ponen el mayor énfasis para
insistir en la lucha armada bajo las
circunstancias actuales de Colombia.
Pobreza y desigualdad acuciantes
Comienzo por los factores que harían inevitable
la acción armada: las causas estructurales como
la pobreza, la monstruosa desigualdad en la
distribución del ingreso, la inconmovible
concentración de la propiedad sobre la tierra,
la imposibilidad de las mayorías para acceder a
una educación de calidad o a los servicios de
salud....
Por supuesto la lucha armada hunde sus raíces en
este océano de privaciones e iniquidades. Creo
que pocos negarían la validez del argumento.
Paradójicamente los militares que pusieron en
marcha la maquinaria de guerra contra campesinos
y colonos a mediados del decenio de 1960
introdujeron en el mundo oficial lo que el
general Ruíz Novoa, Ministro de Guerra llamó
entonces las causas estructurales de la
subversión y que en el decenio de 1980 otro
general, Landazabal Reyes Ministro de Defensa
denominó como los "factores objetivos" de la
violencia.
Pero aunque el argumento sea tan convincente en
términos éticos y en términos lógicos, no deja,
Comandante, de mostrar grietas cuando se lo
somete a ciertas preguntas críticas y en el
contexto concreto de Colombia.
Preguntas inquietantes
Sin contar sus años de actividad como
autodefensa campesina, las FARC ya tienen 47
años de existencia. Es pertinente preguntar:
¿Cuáles son los beneficios que esta lucha
abnegada de tres generaciones de hombres y
mujeres guerrilleros le han traído a Colombia?
¿Cuáles grupos de trabajadores rurales o urbanos
han logrado conquistas sociales duraderas por
obra de las FARC durante este medio siglo? Más
allá de los recursos polémicos, no descarto que
Usted, Comandante, disponga de respuestas que yo
ignoro y que sería del más alto interés para
todos conocer.
La utilización del Conflicto
En este punto debo aludir al uso del conflicto
interno por parte de los sectores dominantes
para impulsar sus propios intereses económicos,
sociales y políticos. Es evidente que los
señores de la guerra, los paramilitares
amparados por sectores de las Fuerzas Armadas y
otros actores legales o ilegales opuestos al
interés de los trabajadores y de las fuerzas
democráticas se benefician de maneras muy
distintas de la existencia y la prolongación
del conflicto interno en contravía de los
cambios que las FARC se propusieron desde su
creación. Hay en especial razones para pensar
que el fenómeno Uribe se gestó en el contexto
del con razón llamado "síndrome del Caguán", un
fenómeno político -- emocional que arrastró a la
mayoría de la opinión y la puso en manos de la
extrema derecha.
La parapolítica, cuyo camino fue abierto por el
paramilitarismo contrainsurgente y mafioso, ha
sido el mecanismo más eficaz de reclutamiento de
un nuevo personal político. Esa clase política
accedió a las esferas de la dirección del Estado
y de los partidos, creó sus redes de
neo-clientelismo, e indujo a un nuevo balance de
las participaciones regionales en el aparato del
Estado.
Los apoyos populares de las FARC
Comandante: no tengo duda que a lo largo de su
historia las FARC han contado con bases sociales
de apoyo. En regiones enteras han sido el único
Estado para la población excluida del acceso a
bienes y servicios. A la larga se admitirá que
por la acción de la insurgencia grandes regiones
que por largo tiempo fueron periféricas han
entrado paradójicamente en el proceso de la
integración nacional. El hecho de que Colombia
haya sido un país de colonizaciones y que aún en
el siglo XXI haya frontera agraria abierta
constituye uno de los fundamentos para entender
la sociología de la guerrilla.
También entre las mayorías pobres de las grandes
ciudades hay sin duda sectores que apoyan la
lucha armada y personas de otros medios sociales
que lo hacen por motivos políticos o ideológicos.
De aquí se siguen al menos dos grandes
consecuencias. Por una parte no parece realista
ni sensata la política de exterminio que
proclaman o reclaman algunos sectores. Por otra
parte no sería posible que el movimiento
guerrillero acepte poner fin al conflicto
interno mediante el trámite de una simple
reinserción.
Apoyo insuficiente para lograr los cambios
Señalado lo anterior, debo añadir que el balance
objetivo de los apoyos sectoriales y regionales
al actuar de las FARC no constituye la base
sociopolítica que les permita a las FARC
encabezar el vasto movimiento político de las
masas urbanas y rurales que se hace necesario
para lograr cambios profundos en Colombia.
Las potencialidades de transformación que los
movimientos armados han podido crear en su larga
historia germinarán solo cuando ellos logren ser
parte efectiva y por tanto creíble de un
movimiento democrático por la paz. Por supuesto:
la salida negociada del conflicto no significará
el cumplimiento automático de los cambios, pero
sin duda contribuirá a crear las condiciones
para que la gente luche por ellos de manera
políticamente más efectiva y humanamente más
constructiva.
El conflicto y la interferencia de Estados Unidos
Comandante: las FARC desde un comienzo
reclamaron el desarrollo soberano de Colombia y
en especial se opusieron a nuestra subordinación
inveterada respecto de Estados Unidos. Pero,
otra vez, los sectores dominantes han usado el
conflicto para afianzar su alienación
irrestricta con los intereses económicos y
geopolíticos de ese país.
Cuando el segundo gobierno de Uribe estableció
el Acuerdo de Cooperación Militar con el
pretexto de combatir "el terrorismo", el
embajador de Estados Unidos William Bronfield
trató de tranquilizar a quienes se alarmaron o
indignaron, al decir que no se trataba de algo
nuevo sino de renovar un acuerdo anterior. Ese
acuerdo no era otro que el Pacto Militar
Bilateral firmado el 17 de abril de 1952. Tal
ocurrencia bien podía tomarse como un desplante
cargado de cinismo, en tanto el Pacto del 52 fue
un acto de vergonzosa sumisión al interés
militar de un país extranjero; corrían los
tiempos de la participación de Colombia en la
aventura de Estados Unidos en Corea.
No quisiera que esta reflexión mía se tomara
como un reclamo al movimiento armado por no
haber impedido la adopción de una política
internacional independiente. En todo caso esta
sería una responsabilidad que trasciende a los
alzados en armas. Pero a mi juicio el que
Colombia cuente con "la guerrilla más antigua
del mundo", como suele decirse, tampoco ha
servido para disminuir la dependencia frente al
imperialismo.
Asesinato de los opositores: el exterminio de la
Unión Patriótica
Comandante Cano, me refiero ahora a un punto que
suele paralizar la discusión con quienes
defienden la continuidad de la lucha armada: se
trata del asesinato o la persecución de quienes
han hecho dejación de las armas por parte de
sectores del Estado, de sicarios al servicio de
terratenientes, ganaderos, empresarios u otras
fuerzas de derecha.
Esta en realidad es la expresión aguda de la
intolerancia inscrita en el sistema político
colombiano respecto de las corrientes
alternativas o de izquierda que pretenden
irrumpir en la escena política o impulsar los
movimientos sociales.
En su ya mencionado reportaje para Publico.es,
recordó Usted la serie bicentenaria de líderes
populares que han sufrido la violencia y que va
desde el atentado al Libertador hasta los
asesinatos de Jaramillo Ossa y Cepeda Vargas,
para concluir de manera lapidaria: "Porque en
Colombia a la oposición democrática y
revolucionaria, la asesina la oligarquía. La
masacre de la Unión Patriótica es la muestra
palmaria."
¿Quién podría sensatamente negar que la anterior
afirmación tiene bases muy ciertas?
Y sin embargo una vez más es necesario abrir las
fórmulas cerradas. La Unión Patriótica fue
víctima de una alianza conformada por sectores
de las Fuerzas Armadas, mafias del narcotráfico,
gamonales políticos y paramilitares. Pero estas
fuerzas contaron a su favor con el hecho de que
la UP, surgida por convocatoria de las FARC, es
decir por un movimiento guerrillero que hacía
parte de un proceso de paz, tuvo que cargar con
el fardo de sostener la política de combinación
de todas las formas de lucha.
Me parece que en la encrucijada de 1984 se
planteaba la disyuntiva: o bien se profundizaba
el proceso de paz y la guerrilla se transformaba
en una fuerza política sin apoyaturas militares,
o bien se continuaba con la acción insurgente
renunciando a la creación de una organización
política legal.
Usted mismo ha insistido desde hace ya tiempo en
un tipo de organización política distinto y por
definición, ilegal, lo cual, conceptualmente al
menos, tiene más coherencia que la fórmula de 1984.
El intento de sentarse en dos sillas a un mismo
tiempo fue una decisión inevitablemente
utópico-catastrófica. No soy tan ingenuo para
pensar que los exterminadores de la UP se
hubieran convertido en palomas de la paz o en
defensores de Derechos Humanos ante la decisión
de renuncia a las armas por parte de los
insurgentes. Sin embargo considero que amplios
sectores políticos y corporativos del país se
hubieran constituido en dique de contención
frente a esa alianza siniestra. Guiados por la
ética, o aún por pautas mecánicas del principio
de justicia, hay fuerzas de opinión
considerables que en casos semejantes han jugado
en defensa de quienes optan por dejar las armas.
El M19: las respuestas del gobierno y de la opinión
Quizá, comandante Cano, sea pertinente recordar
acá que en los acuerdos preliminares entre el
M-19 y el gobierno Barco se adoptaron
compromisos que luego fueron parte del proyecto
de reforma constitucional que debatía el
Congreso en 1989. El gobierno se vio obligado a
retirar el proyecto por la inclusión del tema de
la extradición que auspiciaron las mafias. Pero
si entonces el presidente no estuvo en
condiciones de cumplir, los votantes resarcieron
al M-19: primero en las elecciones al Congreso
de 4 de marzo de 1989 y luego, más ampliamente,
en las elecciones a la Constituyente del 9 de
diciembre de 1990.
Otra cuestión sería discutir lo que hizo el M-19
con semejante capital político. Pero en aquella
encrucijada confluyeron una organización
guerrillera en proceso de paz y el vigoroso
movimiento ciudadano por una nueva Constitución
-la que sería adoptada en el 91.
Respuesta sibilina
No puedo concluir sin referirme a una pregunta
que a Ustedes siempre les formulan y con la cual
seguramente los seguirán apremiando: la relación
de las FARC con los negocios de la droga, dados
en especial los altos costos de la guerra en
Colombia.
Debo admitir el desconcierto que me produjo su
respuesta en la citada entrevista para
Público.es: "Quisiera serle taxativo en esto:
ninguna unidad fariana, de acuerdo a los
documentos y decisiones que nos rigen, (énfasis
añadido) pueden sembrar, procesar, comerciar,
vender o consumir alucinógenos o sustancias
psicotrópicas. Todo lo demás que se diga es
propaganda".
Yo no quisiera figurar entre los propagandistas,
pero no puedo ignorar que su remisión a "los
documentos y decisiones que nos rigen" fue una
manera muy peculiar de respuesta sobre la cual
habría que concluir sencillamente que dentro de
las FARC sucede lo que ocurre en Colombia: que
la ley se obedece pero no se cumple.
Los signos de cambio en América Latina
Los partidarios de la salida política al
conflicto solemos buscar los signos que
anunciarían la paz en cada coyuntura. No pocas
veces se trata de meras proyecciones del deseo;
pero esta carta no quiere anticipar escenarios
futuros, sino apelar de manera realista o aún
desencantada al análisis de los factores e
intereses particulares, corporativos o
existenciales que sustentan la guerra
colombiana, para invitarlo, comandante Cano, a
repasar su peso frente a los beneficios que para
todos tendría el compromiso efectivo con la
salida negociada del conflicto.
Las tendencias sociales, políticas y
geopolíticas que desde hace un decenio se vienen
observando en América Latina estimulan el
análisis y alientan la controversia democrática.
En Brasil, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador
en Argentina y Uruguay se vienen ensayando
caminos de participación nueva de la gente, se
adoptan políticas sociales más o menos profundas
según el prisma desde el cual se las mire, se
plantean apuestas por el avance de un mundo
multipolar contra las formas más aberrantes de
la dependencia con respecto al imperialismo, se
dan pasos de un mayor control de las riquezas y
los recursos propios.
Todos estos países pasaron por experiencias
insurgentes a las cuales encontraron término
¿Quién hoy podría invocar como emblemática
particularidad colombiana la prolongación de una
guerra que no parece que pueda prolongarse sino
a costa de descomponer a sus protagonistas
militares y de enervar a toda la nación con el
culto a los valores de muerte?
La perpetuación de la guerra no puede erigirse
en mito nacional ni el programa de la
destrucción del adversario en un objetivo
colectivo exaltante.
Es una decisión
Comandante Cano: Quisiera concluir con una cita
de la Asociación Campesina del Valle del Río
Cimitarra: "A nuestro entender, el conflicto
puede tener salida atacando sus causas
objetivas, mediante la realización de reformas
políticas, económicas y sociales, que permitan
mejorar las condiciones de vida y de trabajo de
la población colombiana. Pero también, a partir
de la voluntad y decisión política expresa de
las fuerzas en contienda". (Encuentro Nacional
de Comunidades, afrodescendientes e indígenas
por la tierra y la paz en Colombia. "El diálogo
es la ruta" Barrancabermeja, Agosto 12-15 de 2011).
Es una aspiración que se fortalecerá en la
medida en que las señales aún débiles pero
ciertas de paz que se originan en el gobierno y
aquellas que Usted y sus compañeros han lanzado
en los últimos meses se plasmen en una auténtica
y concreta opción por la paz.
*Medófilo Medina. Licenciado en Historia de la
Universidad Nacional, Ph.D en Historia de la
Universidad M.V.Lomonosov de Moscú, profesor
titular y emérito de la Universidad Nacional, ha
sido profesor visitante en universidades de
Ecuador, España y Venezuela. Ha publicado libros
y artículos sobre historia contemporánea de
Colombia y Venezuela y sobre enseñanza de la
Historia.
QUE LASTIMA QUE EL NARCOTRAFICO SEA LA FUENTE DE FINANCIACION DE LOS QUE DICEN DEFENDER EL PUEBLO QUE ESTAN ACABANDO.
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