martes, 31 de enero de 2012

HAITI (ay de tí, Haití, que no te perdonan tu fiereza original).

Por Tania Jamardo Faillace

La cuestión de la migración de grandes grupos hacia lo que imaginan ser un destino dorado de libertad y calidad de vida, es tratada de manera muy superficial, incluso bajo el punto de vista ideológico, ora invocándose el deber de caridad y solidaridad, ora ignorando sus efectos sociales sobre esas poblaciones y las poblaciones locales.

El hombre és un ser originalmente nómade. Grandes grupos deambulaban por los continentes en búsqueda de espacio vital, agua, alimentos. Cuando encontraban otros ya asentados, reñían con ellos, y frecuentemente los devoraban, ya que el hombre es un ser omnívoro, y portanto, potencialmente canibalesco.

La sedentarización ha mejorado esas condiciones de riña constante y de dislocamientos con hambre.

La sociedad de clases nuevamente puso en cuestión el nomadismo económico.

No és posible que todos se agrupen en las ciudades porque hay crisis en el campo. No és posible que todos los pueblos del mundo se transladen a las regiones mejor dotadas.

Si se quieren soluciones verdaderas, deben ser atacadas las causas, que és una sola, como sabemos - el sistema capitalista, e ahora, el Nuevo Orden Mundial. 

Contrariamente, las falsas soluciones sociales,  como las de sacar de unos pobres para dar a otros aún más pobres, establecen conflictos de intereses entre las poblaciones ya estabelecidas y los recién venidos.

La diferencia entre lo que ocurrió en América con la invasión europea, cuando los europeos migrantes ganáranse los recursos de los indígenas, y las olas migratorias de hoy, es que los recién venidos de hoy tienen pocos o ningún recurso para dominar los autóctones. En siglos anteriores, eses europeos pobres migrantes disponían de la fuerza militar y política de los gubernantes coloniales.

En cambio, los autóctones de hoy son dislocados de sus sitios sociales, laborales y económicos, enfrentando la concurrencia de esos nuevos desposeídos, que derrumbarán sus conquistas laborales duramente alcanzadas.

Es esta la orígen del repudio a los migrantes hoy día en Europa, pues que son identificados como una de las causas del fín del estado de bienestar social.

A todo eso, debemos agregar los choques culturales y religiosos. Haya visto la polémica sobre el velo islámico en países en que las mujeres ya alcanzaran alguna autonomía, y las máscaras (muy usadas normalmente en Edad Media y Renacimiento) hoy son asimiladas como disfraz para el cometimiento de crímenes.

La migración moderna en un mundo densamente ocupado no puede hacerse al azar. Desordena justamente el habitat de la población trabajadora, generalmente la más hostil a los recién llegados (las clases media y media alta, - estudiantes y sus padres - los aclaman, porque no solamente no son sus rivales económicos, como se ofrecen a su explotación laboral).

La cuestión de los haitianos no és la regularización de su entrada - esa és solamente una consecuencia de las perversas causas que han determinado la migración. 

Haiti necesita que le dejen en paz. Que salgan todos los ocupantes, ONU incluso, de su territorio, y que se permita a su pueblo mantener y rescatar su identidad segun sus propias escojas. No podemos decidir por ellos lo que les sirve, y si lo obtendrán mediante la democracia formal, el cooperativismo socialista, o un régimen autoritario, mediante voto o mediante revolución armada.

No nos cabe decirles lo que hacer. Lo que los otros paises podrían hacer a ese respecto - si fueran honestos sus gobiernos e instituciones - sería ofrecerles un capital inicial a fondo perdido para reconstruir su país, en productos, semillas, tecnologías de su interés, asistencia a la salud y educación.

Y dejar de perseguirles con el proyecto Haarp y otros medios monstruosos de geoingeniería que son usados de manera descarada, como el celebre terremoto que ha respectado la linea de frontera con la República Dominicana (um terremoto informaticamente inteligente).

No es solución para los haitianos ser mano de obra de reserva, trabajadores clandestinos o inferiorizados, a colaborar para la esclavización de todos los demás trabajadores, sin ciudadanía propia y poder político.

La caridad es una trampa de los poderosos para mantener la sumisión de los pobres, e impedirles de conquistar su autonomía. Se trata a los haitianos como a una horda de deficientes mentales e incapaces de autonomía y soberanía.

Se olvida uno que Haiti fué el primer sitio del Caribe y América latina a conquistar su independencia política y formar la primera nación negra del continente, y crear un pensamiento original.

Brasil y otros paises neoliberales tienen interés en aprovechar esa migración de desesperados para bajar aún más los sueldos de sus trabajadores. La "cortesía" de ofrecer regularización migratoria a eses fugitivos de las Naciones Unidas (no les permiten vivir en su tierra sin tutela), és debida al interés de escapar a la condenación de los movimientos internacionales anti-esclavitud, pero, en facto, cuentan con ellos para compensar la estanquía del viejo comercio de esclavos desde África.

No nos iludamos. Hay ganancias previstas por el neoliberalismo ligadas a ese comercio de carne humana, cada vez mayor, y por una mano de obra totalmente a la merced de su "generosidad".

También les interesa el conflicto de etnías y culturas - la misma estrategia usada para el secuestro africano histórico: dividir para reinar.

Salgan de Haiti, ocupantes ilegales e ilegítimos de ONU y estados cómplices! Los haitianos necesitan solamente que los dejen en paz! No necesitan de tutela y sí, de respecto a su soberanía!

Tania Jamardo Faillace
periodista y escritora de Porto Alegre, Brasil

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