VATICANO, 27 Ene. 12 (ACI/EWTN Noticias).-El Papa Benedicto XVI señaló que la renovación de la fe debe ser prioritaria en los trabajos de la Iglesia Católica en nuestros días en los que se vive una grave crisis de fe, en su discurso a los participantes de la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El Santo Padre agradeció a los miembros del dicasterio que trabaja para la realización del Año de la Fe, que comenzará en octubre de este año y finalizará en noviembre de 2013, y que estará centrado en la difusión del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
El Papa dijo al iniciar su discurso que "en vastas zonas de la Tierra la fe corre el peligro de apagarse como una llama que ya no es alimentada. Estamos ante una profunda crisis de fe, una pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío para la Iglesia actual".
"Por tanto, la renovación de la fe debe tener la prioridad en el esfuerzo de la Iglesia entera en nuestros días. Espero que el Año de la fe pueda contribuir a hacer de nuevo presente a Dios en este mundo, y a abrir a los hombres el acceso a la fe, a confiar en ese Dios que nos ha amado hasta el final en Jesucristo".
Para Benedicto XVI, la cuestión de la unidad de los cristianos está estrechamente relacionada con esta tarea; por ello, quiso detenerse a considerar algunos aspectos doctrinales referentes al camino ecuménico de la Iglesia.
Al respecto el Papa dijo que "hoy podemos constatar que los diálogos ecuménicos han dado numerosos frutos buenos; pero debemos reconocer también que el riesgo de un falso irenismo y de un indiferentismo, del todo ajenos a la mentalidad del Concilio Vaticano II, exige nuestra vigilancia".
"Dicho indiferentismo está causado por la opinión, cada vez más difundida, de que la verdad no es accesible al hombre, por lo que sería necesario limitarse a encontrar reglas capaces de mejorar el mundo. De este modo, la fe se sustituye por un moralismo sin fundamento profundo".
El Santo Padre resaltó que el centro del verdadero ecumenismo, por el contrario, "es la fe en la cual el hombre encuentra la verdad que se revela en la palabra de Dios. Sin la fe, todo el movimiento ecuménico quedaría reducido a una forma de 'contrato social' al que adherir por un interés común".
"La lógica del Concilio Vaticano II es completamente diversa: la búsqueda sincera de la plena unidad de todos los cristianos es un dinamismo animado por la Palabra de Dios".
Benedicto XVI dijo luego que "el problema crucial, que marca de modo transversal los diálogos ecuménicos, es la cuestión de la estructura de la revelación: la relación entre Sagrada Escritura, tradición viva en la Santa Iglesia y el ministerio de los sucesores de los Apóstoles como testigos de la verdadera fe. Es fundamental distinguir entre Tradición y tradiciones".
Un paso importante en esta distinción se ha dado con la elaboración de medidas concernientes a los grupos de fieles procedentes del anglicanismo que desean entrar en comunión con la Iglesia Católica conservando sus propias tradiciones. "Existe, de hecho, una riqueza espiritual en las diversas confesiones cristianas que es expresión de la única fe y don para compartir".
Los métodos adoptados en los diversos diálogos ecuménicos también han de reflejar la prioridad de la fe, por eso, dijo el Pontífice, "es preciso afrontar con valor los puntos más controvertidos, pero siempre con espíritu de fraternidad y de respeto recíproco. Asimismo, es importante ofrecer una interpretación correcta de ese 'orden' o 'jerarquía' de las verdades de la doctrina católica recogido en el Decreto 'Unitatis redintegratio'".
Por lo que se refiere a los documentos de estudio producto de los diversos diálogos ecuménicos, el Papa señaló que "constituyen un fruto importante de la reflexión común"; pero también advirtió que "hay que atribuirles su justo significado como contribuciones ofrecidas a la competente Autoridad de la Iglesia, que es la única llamada a juzgarlos de modo definitivo".
Benedicto XVI quiso también referirse a la problemática moral y señaló que "en los diálogos no podemos ignorar las grandes cuestiones morales acerca de la vida humana, la familia, la sexualidad, la bioética, la libertad, la justicia y la paz. Sería importante hablar de estos temas con una sola voz, basándose en el fundamento de las Escrituras y de la Tradición".
"Defendiendo los valores fundamentales de la gran tradición de la Iglesia defendemos al hombre, defendemos lo creado", precisó.
Finalmente el Papa reafirmó que la unidad es "un medio y casi un presupuesto para anunciar la fe, de modo cada vez más creíble, a quienes aún no conocen al Salvador".
El Santo Padre agradeció a los miembros del dicasterio que trabaja para la realización del Año de la Fe, que comenzará en octubre de este año y finalizará en noviembre de 2013, y que estará centrado en la difusión del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
El Papa dijo al iniciar su discurso que "en vastas zonas de la Tierra la fe corre el peligro de apagarse como una llama que ya no es alimentada. Estamos ante una profunda crisis de fe, una pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío para la Iglesia actual".
"Por tanto, la renovación de la fe debe tener la prioridad en el esfuerzo de la Iglesia entera en nuestros días. Espero que el Año de la fe pueda contribuir a hacer de nuevo presente a Dios en este mundo, y a abrir a los hombres el acceso a la fe, a confiar en ese Dios que nos ha amado hasta el final en Jesucristo".
Para Benedicto XVI, la cuestión de la unidad de los cristianos está estrechamente relacionada con esta tarea; por ello, quiso detenerse a considerar algunos aspectos doctrinales referentes al camino ecuménico de la Iglesia.
Al respecto el Papa dijo que "hoy podemos constatar que los diálogos ecuménicos han dado numerosos frutos buenos; pero debemos reconocer también que el riesgo de un falso irenismo y de un indiferentismo, del todo ajenos a la mentalidad del Concilio Vaticano II, exige nuestra vigilancia".
"Dicho indiferentismo está causado por la opinión, cada vez más difundida, de que la verdad no es accesible al hombre, por lo que sería necesario limitarse a encontrar reglas capaces de mejorar el mundo. De este modo, la fe se sustituye por un moralismo sin fundamento profundo".
El Santo Padre resaltó que el centro del verdadero ecumenismo, por el contrario, "es la fe en la cual el hombre encuentra la verdad que se revela en la palabra de Dios. Sin la fe, todo el movimiento ecuménico quedaría reducido a una forma de 'contrato social' al que adherir por un interés común".
"La lógica del Concilio Vaticano II es completamente diversa: la búsqueda sincera de la plena unidad de todos los cristianos es un dinamismo animado por la Palabra de Dios".
Benedicto XVI dijo luego que "el problema crucial, que marca de modo transversal los diálogos ecuménicos, es la cuestión de la estructura de la revelación: la relación entre Sagrada Escritura, tradición viva en la Santa Iglesia y el ministerio de los sucesores de los Apóstoles como testigos de la verdadera fe. Es fundamental distinguir entre Tradición y tradiciones".
Un paso importante en esta distinción se ha dado con la elaboración de medidas concernientes a los grupos de fieles procedentes del anglicanismo que desean entrar en comunión con la Iglesia Católica conservando sus propias tradiciones. "Existe, de hecho, una riqueza espiritual en las diversas confesiones cristianas que es expresión de la única fe y don para compartir".
Los métodos adoptados en los diversos diálogos ecuménicos también han de reflejar la prioridad de la fe, por eso, dijo el Pontífice, "es preciso afrontar con valor los puntos más controvertidos, pero siempre con espíritu de fraternidad y de respeto recíproco. Asimismo, es importante ofrecer una interpretación correcta de ese 'orden' o 'jerarquía' de las verdades de la doctrina católica recogido en el Decreto 'Unitatis redintegratio'".
Por lo que se refiere a los documentos de estudio producto de los diversos diálogos ecuménicos, el Papa señaló que "constituyen un fruto importante de la reflexión común"; pero también advirtió que "hay que atribuirles su justo significado como contribuciones ofrecidas a la competente Autoridad de la Iglesia, que es la única llamada a juzgarlos de modo definitivo".
Benedicto XVI quiso también referirse a la problemática moral y señaló que "en los diálogos no podemos ignorar las grandes cuestiones morales acerca de la vida humana, la familia, la sexualidad, la bioética, la libertad, la justicia y la paz. Sería importante hablar de estos temas con una sola voz, basándose en el fundamento de las Escrituras y de la Tradición".
"Defendiendo los valores fundamentales de la gran tradición de la Iglesia defendemos al hombre, defendemos lo creado", precisó.
Finalmente el Papa reafirmó que la unidad es "un medio y casi un presupuesto para anunciar la fe, de modo cada vez más creíble, a quienes aún no conocen al Salvador".
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