CABILDO - Por la Nación contra el caos |
DEGRADACIÓN |
Hemos insistido machaconamente, señalando que las medidas de política económica —mejor dicho de politiquería electoral en lo económico— eran a todas luces inadecuadas.
Principalmente podemos enumerar las siguientes: a) el manejo arbitrario del control de precios, y las restricciones a las exportaciones de productos tradicionales con el afán de disimular un fenómeno inflacionario innegable; b) una política monetaria fundamentada en un tipo de cambio irreal; c) un superávit fiscal obtenido merced a la recaudación de tributos adoptados en la emergencia económica del dos mil y la desviación para atender gastos corrientes de recursos provenientes del sistemas de previsión y seguridad social. Aunque esto no es todo, y aún poco hemos dicho acerca de la utilización discrecional de dineros públicos sin control alguno por parte del Estado, volvemos a señalar que casi nada se ha hecho para fomentar inversiones indispensables, no sólo para encauzar el comienzo del desarrollo de la economía, sino al menos para evitar la crisis energética y de combustibles, crisis que también resulta inocultable y que no servirá ciertamente para paliar el hambre que padece un inmenso número de habitantes.
Asimismo dijimos, recordando experiencias recientes de las que da cuenta la historia de la economía nacional, que algunas de estas medidas que venimos objetando pueden haber sido adecuadas o aun necesarias, pero con la condición de que no adquirieran el carácter de permanentes. Prolongar su aplicación en el tiempo, más allá de lo que indica la prudencia siempre ha dados resultados nefastos. Entre ellos, la imposibilidad de reconstruir el sistema de precios relativos indispensable para la toma de decisiones tanto del sector público como de los particulares. En este aspecto estamos peor que antes, pues se ha olvidado que el tipo de cambio es el precio en torno al cual se establecen la infinidad de precios de bienes y servicios que se intercambian en un sistema económico.
Infortunadamente debemos puntualizar enfáticamente que se ha desperdiciado una situación de excepción en el marco del comercio exterior dentro del cual se comercializan nuestros productos transables. Esto se traduce en pérdida de confianza y de mercados cuyo costo y tiempo para recuperarlos es imposible de prever.
Otro ejemplo de lo imposible de prever lo proporciona la conducta del Secretario de Comercio el inefable Señor Moreno; se mantiene sugestivamente callado y nada dice respecto de anuncios de precios de productos en alza, como por ejemplo automotores, y otros productos que requieren contar con insumos importados cuyos precios han registrado alzas en sus países de origen. Vale decir que antes de lo previsto se ha podido comprobar la inoperancia del “modelo”. Desafortunadamente venimos teniendo razón en nuestros pronósticos; nada tienen de originales puesto que hace tiempo están en boca de muchos, aun de gran parte de un empresariado cobarde y atemorizado que viene protestando por lo bajo.
Otro ejemplo de lo imposible de prever lo proporciona la conducta del Secretario de Comercio el inefable Señor Moreno; se mantiene sugestivamente callado y nada dice respecto de anuncios de precios de productos en alza, como por ejemplo automotores, y otros productos que requieren contar con insumos importados cuyos precios han registrado alzas en sus países de origen. Vale decir que antes de lo previsto se ha podido comprobar la inoperancia del “modelo”. Desafortunadamente venimos teniendo razón en nuestros pronósticos; nada tienen de originales puesto que hace tiempo están en boca de muchos, aun de gran parte de un empresariado cobarde y atemorizado que viene protestando por lo bajo.
A esta altura resulta sencillo explicarse las razones del derrumbe del famoso “modelo”. Una política económica que pretenda proyectar a la Nación a un destino de grandeza requiere estadistas que cuenten con ella. Ideólogos mezquinos, cargados de ambiciones personales y a quienes nada les importa el bien común, no sirven ni siquiera para esbozar coherentemente la política que el país reclama.
Alejo Tupí
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