lunes, 29 de agosto de 2011

El garantismo como error histórico.

El garantismo está empezando a perder sus buenos modales. Buen juicio y buena fe jamás tuvo, así es que extraviarlos no puede. Pero la simulación y el disimulo le permitían hasta hace poco equilibrar, en el estrado y en la cátedra, sus disparates doctrinarios con un relato de sí mismo y de sus buenas intenciones que no convencía pero intrigaba.
Editorial de La Nueva Provincia
El garantismo está empezando a perder sus buenos modales. Buen juicio y buena fe jamás tuvo, así es que extraviarlos no puede. Pero la simulación y el disimulo –sin los cuales la urbanidad resulta ser un guiso de liebre sin liebre– le permitían hasta hace poco equilibrar, en el estrado y en la cátedra, sus disparates doctrinarios con un relato de sí mismo y de sus buenas intenciones que no convencía pero intrigaba. Ahora ya no intriga más. Ahora ya nadie puede seguir llamándose a engaño respecto de sus magistrados. Ahora mandó al diantre sus modales y ha decidido ser a plenitud lo que era con embozo: desvelo por el bienestar de los delincuentes e indiferencia por la seguridad de todos nosotros.
Fabián Tablado, una bestia con forma humana que asesinó a su novia apuñalándola ciento trece veces purgaba recluso su crimen hasta que la sala III de la Cámara Penal de San Isidro le echó el ojo; era, al parecer, lo bastante malo y peligroso para que el garantismo saliese en su ayuda. Y qué ayuda.
Ahora el brutal asesino devenido predicador evangelista en la cárcel puede salir cuatro veces por semana, predicar a gusto y dormir en casita. Nos mira desde ciertas fotos publicadas y sonríe. Sospechamos que sus benefactores de toga sonríen también.

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