La "matriz ética" del modelo K hace agua...
"Ahora, ruego que se encremen la cuenta Suiza, le pongan mostaza y se la coman. Les pido que me disculpen por el tono que estoy usando, pero estoy francamente irritado porque esto supera cualquier límite”. (Eugenio Zaffaroni)
Sinceramente me gustaría levantarme un sábado a las cinco de la mañana, obedecer el rito de cada madrugada de sábado. Digo, el rito del café bien negro primero y el mate bien espumante después, sentarme frente a la compu y poder escribir de cara al futuro sobre esos temas que son trascendentes más allá de la urgencia de todos los días.
Escribir ese tipo de notas donde la realidad mediática ni siquiera sospeche que la estoy ignorando adrede. Ese tipo de notas que los políticos pasan de largo porque ni siquiera se los menciona… algo insoportable para sus súper egos. Ese tipo de notas sobre las que después la gente el lunes me dice… che, dejá de escribir pavadas!.
Cada lector es un mundo en sí mismo. Y cada escribidor igual. Cada persona es un mundo, decía mi abuelita, que murió creyendo en la palabra empeñada. Pobre abuelita, menos mal que murió antes de sufrir el “Hombre nuevo” encarnado en los Zaffaroni.
Claro que hay un mundo encerrado en cada uno de nosotros. Y es la magia de las palabras la que une esos mundos con el lazo mágico de la empatía. O los separa fatalmente con la fuerza misteriosa de la incomprensión recíproca.
Lectores y escribidores. Dos mundos que se encuentran en algún remoto universo neutral. O que se separan definitivamente por convenientes necedades.
Escribidores. Cada vez que me siento a escribir recuerdo que hace muchos años, sólo mi viejo creía que sentarse a escribir era un trabajo. Todos los demás, cada vez que me veían escribiendo me mandaban a trabajar…
Pero el amor es más fuerte escribió Tanguito, dice un tal Nebbia, en el baño del mismo bar del barrio de Once de dónde Nebbia le hurtó la idea de La Balsa. Ah sí, que en todos lados de cuecen habas estimado lector. Sí, el amor es más fuerte y la vocación tiene esa fuerza invencible que camina abrazada con su amiga la tozudez. Por eso uno sigue escribiendo aún a riesgo del peligroso mote de vago.
Recuerdo la primera frase que escribí para explicarme: “Escribidor contumaz de cosas sin importancia. Nostálgico irremediable, en búsqueda constante de los muchos recuerdos perdidos, y de varias verdades olvidadas…”.
Si bien la frase es demasiado ampulosa y bien petulante en cierto sentido, me sirvió bien para justificar esa “vagancia” intrínseca que me lleva a escribir antes que “laburar”.
Escribidor en tiempo de coléricos. Show show… la gente quiere show, como bien grita un conocido locutor gualeyo en las noches de carnaval.
Escribidor en un mundo de pragmáticos. Sangre, la gente quiere ver correr mucha sangre…
Los medios gráficos del país por suerte no han caído aun en la trampa en la que sí cayó la tele. Por suerte en los diarios aún hay lugar para refugiarse de la sangre y de las urgencias con notas de fondo y letras para recordar sin pudor.
La tele en cambio asusta… jugando siempre sobre ese peligroso límite que cada día se corre morbosamente un poco más allá, se ha convertido en una especie de circo romano para espectadores que exigen sangre a los gritos.
A sangre y fuego escribidor. Tal vez un día de éstos encuentre la fórmula de abstraerme para siempre de los temas de todos los días. De esa agenda que impone la política con sus diversas formas de violencia que, a pesar del esfuerzo… siempre me termina convenciendo para escribir sobre realidad y sus urgencias infames. Esa realidad de abrazos fallutos. De envenenados consejos. De efímera y berreta estética.
Escribidor en su laberinto. Pero no me quejo pues ciudadano medio de clase media al fin, tengo esa suerte que algunos llaman desgracia de tener tiempo para detenerme a pensar en algunas cosas simples de la vida. Levantarme al alba cada día para desayunar en familia, llevar a los hijos hasta el colegio, ir a comprar cosas al almacén de la esquina, hablar con el vecino que saca a pasear el perro. Tiempo para detenerme a mirar el amanecer o la madrugada. Y hasta tengo tiempo de indignarme ante ciertas cosas de las que nunca podría indignarme si tuviera que estar preocupado en eso que algunos llaman triunfar.
Así que después de este mar de palabras sobre vocación y vida. Sobre decires y pareceres, comento brevemente antes de sumergirme en mi vida de clase media algunas noticias que por su trascendencia me llamaron la atención esta semana.
Dos ciudadanas francesas que estudian América Latina deciden hacer una excursión por la Quebrada de San Lorenzo en la provincia de Salta. Desaparecen por varios días y aparecen luego muertas, con signos de haber sido violadas y golpeadas. Más allá de lo escalofriante y doloroso del hecho, cuesta entender cómo en plena temporada turística y en un lugar donde acude tanta gente no pueda hallarse una pista sobre un hecho tan terrible. Muertes. Muchas muertes impunes… habla de nuestra realidad triste de violencia y limitaciones. Asusta el deprecio por la vida en muchos ámbitos de la sociedad. Ahora, el gobierno tiene, como el Astiz que desprecia, sus dos francesas secuestradas torturadas y muertas… pero Astiz está preso.
Lo del juez de la Corte Suprema es difícil de entender. Cuando fue propuesto para Juez de la Corte, muchas organizaciones no gubernamentales se opusieron por diversos motivos. Madres de Plaza de Mayo acusaban a Zaffaroni de haber sido juez durante el último gobierno cívico militar, y otras muchas de las impugnaciones se basaban en ciertos “olvidos” en las declaraciones juradas del juez. La política pudo más que le ética… siempre puede más por estos lares, y finalmente Zaffaroni llegó al máximo tribunal.
El mismo juez que negó hábeas corpus en los setenta, que falló con polémica al decir que obligar una felación no es violación, el mismo que echó culpas a su contador por los bienes olvidados, y el mismo que está asociado a don Grossman, quien en los años 70 estuvo preso por secuestro extorsivo, ahora se encuentra envuelto en otros escándalos que, contrariamente a lo que infieren algunos de sus mediáticos defensores, nada tiene que ver con su condición de homosexual. Seis de sus propiedades estaban destinadas a prostíbulos, administradas por una inmobiliaria que, sin registro, cerró sus puertas de la noche a la mañana tras el escándalo. Además, como un banco de Suiza le cerró la cuenta por no haber declarado Zaffaroni que era persona pública, y la noticia de la cuenta en el exterior tomó estado público, el juez de la Corte se comprometió en público a donar los miles de dólares que tenía desde hace años en el exterior. En un acto que lo enaltece, donará parte de esos dólares a la Fundación que preside Hebe de Bonaffini, que todavía no explicó el escándalo de las casas y Schocklender, y quien hasta hace unos años pedía la renuncia del “juez de la dictadura”. No sabemos aún si Hebe aceptará los apestosos dólares yankees de un ex funcionario de la “más sangrienta dictadura”. Pero conociendo los bueyes… de seguro no se darán cornadas…
“Van contra Hebe y Zaffaroni porque son la matriz ética de este modelo”, dice el gobierno… si esta es la matriz ética, ¡entonces estamos en el horno!
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