martes, 31 de mayo de 2011

Somos el país con más retro­ceso en edu­ca­ción en el mundo.


La barbarización de la sociedad argentina

El Colum­nista Invi­tado de Hoy : Jorge Omar Alonso

Nues­tro sis­tema edu­ca­cio­nal es rápido para for­mar apa­rien­cias de ciu­da­da­nos sin mayor esfuerzo. Estu­dios super­fi­cia­les, exá­me­nes de una indul­gen­cia que se desin­te­resa; todo lo nece­sa­rio para que el joven crea que la vida no reclama ener­gía. Así cuando obtie­nen el cer­ti­fi­cado de estu­dios secun­da­rios, padres e hijos se asom­bran de que alguna facul­tad los obli­gue a ren­dir exa­men de ingreso.
Reci­ben des­pués su diploma de fácil adqui­si­ción, y ya en la reali­dad de la lucha social se deses­pe­ran si no encuen­tran el éxito inme­diato. No lo bus­can por el tra­bajo metó­dico; por el tra­bajo inte­lec­tual penoso”
Estos párra­fos per­te­ne­cen a Juan Agus­tín Gar­cía (1862–1923), uno de los pre­cur­so­res de los estu­dios socio­ló­gi­cos en la Argentina.
Su pro­duc­ción como escri­tor abarcó diver­sos géne­ros, desde el artículo perio­dís­tico hasta la novela y el teatro.
Pre­ci­sa­mente en “Sobre nues­tra incul­tura”, que apa­re­ció en 1922, lleva a cabo una disec­ción de la edu­ca­ción argen­tina para mos­trar los males que lleva en su inte­rior. A más de ochenta años, las adver­ten­cias de Gar­cía hoy se refle­jan en la tra­ge­dia de la edu­ca­ción argentina.
Según el pró­logo del his­to­ria­dor Fer­nando Devoto en la anto­lo­gía de las obras de Gar­cía pro­du­cida por la Uni­ver­si­dad de Quil­mes, el autor estu­diado en 1912 con rela­ción a la reforma elec­to­ral de Sáenz Peña, no creía en las posi­bi­li­da­des rege­ne­ra­do­ras del sufra­gio uni­ver­sal por muchas razones.
Una de ellas era por­que los resul­ta­dos del mismo no eran inde­pen­dien­tes del nivel de cul­tura de una socie­dad. Refle­xión que pode­mos tras­la­dar a la actua­li­dad al obser­var la reali­dad social argentina.
Sos­te­nía que para que una reforma fun­cio­nase ade­cua­da­mente, era nece­sa­rio pri­mero edu­car a los ciu­da­da­nos para que pudie­ran dis­ci­pli­narse a si mis­mos, “que exis­tiese un sen­ti­miento de obe­dien­cia y res­peto por el poder público” y algún ele­mento de cohe­sión entre los habitantes.
Lo que en la actua­li­dad le falta a nues­tra socie­dad: cohe­sión, cementación.
A pro­pó­sito de los fes­te­jos del Cen­te­na­rio, y aquí tene­mos una pin­tura exacta de lo vivido en el pasado Bicen­te­na­rio, Gar­cía escri­bió que ase­me­ja­ban a un car­na­val domi­nado por una para él ines­pe­rada ola de entu­siasmo ili­mi­tado, seguido de la pro­funda pro­ver­bial indi­fe­ren­cia argen­tina. Como si lo hubiese pre­sen­ciado y escrito en la actualidad.
En la obra que comen­ta­mos se per­ci­ben los sig­nos de la bar­ba­ri­za­ción de la socie­dad argen­tina. Y como dice Devoto, la edu­ca­ción enten­dida por Gar­cía en un sen­tido amplio que exce­día en mucho el ámbito esco­lar, era el núcleo del pro­blema argen­tino. Ya en 1922, se pre­sa­giaba nues­tro porvenir.
Escri­bió en el citado tra­bajo: “… el talento, la cien­cia, el raro don del estilo, una vida aus­tera con­sa­grada al estu­dio son fac­to­res inapre­cia­dos por estas nue­vas gene­ra­cio­nes. Y sopla una ori­gi­nal y curiosa brisa de irres­peto para todos los valo­res mora­les y socia­les, y en espe­cial para los del espíritu.
¡Nai­des es más que nai­des!”: el viejo afo­rismo crio­llo que late en el fondo del alma popu­lar y anima toda su poe­sía, triunfa de nuevo”. Algo pare­cido dijo Dis­ce­po­lín con la “biblia y el calefón”.
Men­cionó a un nuevo sis­tema creado por los pla­nes de estu­dio moder­nis­tas en el cual los alum­nos “no per­de­rían el tiempo reci­tando a Hora­cio o Vir­gi­lio, ni en los deta­llas de las gue­rras médicas”.
Agre­gaba: “En cua­renta años de este régi­men de estu­dios secun­da­rios livia­nos se ha rea­li­zado el fin, a medias; pero con toda segu­ri­dad se ha for­mado el tipo de hom­bre que solo piensa en si mismo; inca­paz de la acción con­cer­tada, que no con­cibe un fin social, altruista y gene­roso, como una norma de conducta”.
Aco­taba más ade­lante en la refe­rida obra: “… .hemos per­dido la facul­tad de hablar y de escri­bir en forma clara, y de lla­mar a las cosas por su nom­bre. Muy a menudo no nos enten­de­mos, sobre todo cuanto se busca lo fino y de efecto”.
Caramba, hace ochenta años se escri­bió este texto tan actual!
¿Cuál es el pano­rama hoy?
De los tra­ba­jos esta­dís­ti­cos lle­va­dos a cabo por la encuesta PISA, surge que somos el país con más retro­ceso en edu­ca­ción en el mundo. Con pocas horas de clase, rela­ja­miento e indul­gen­cia en el sis­tema dis­ci­pli­na­rio, pésimo man­te­ni­miento y estado de los edi­fi­cios esco­la­res y desin­te­rés por los estudios.-
Autor: Jorge Omar Alonso

No hay comentarios:

Publicar un comentario