La barbarización de la sociedad argentina
El Columnista Invitado de Hoy : Jorge Omar Alonso
Nuestro sistema educacional es rápido para formar apariencias de ciudadanos sin mayor esfuerzo. Estudios superficiales, exámenes de una indulgencia que se desinteresa; todo lo necesario para que el joven crea que la vida no reclama energía. Así cuando obtienen el certificado de estudios secundarios, padres e hijos se asombran de que alguna facultad los obligue a rendir examen de ingreso.
Reciben después su diploma de fácil adquisición, y ya en la realidad de la lucha social se desesperan si no encuentran el éxito inmediato. No lo buscan por el trabajo metódico; por el trabajo intelectual penoso”
Estos párrafos pertenecen a Juan Agustín García (1862–1923), uno de los precursores de los estudios sociológicos en la Argentina.
Su producción como escritor abarcó diversos géneros, desde el artículo periodístico hasta la novela y el teatro.
Precisamente en “Sobre nuestra incultura”, que apareció en 1922, lleva a cabo una disección de la educación argentina para mostrar los males que lleva en su interior. A más de ochenta años, las advertencias de García hoy se reflejan en la tragedia de la educación argentina.
Según el prólogo del historiador Fernando Devoto en la antología de las obras de García producida por la Universidad de Quilmes, el autor estudiado en 1912 con relación a la reforma electoral de Sáenz Peña, no creía en las posibilidades regeneradoras del sufragio universal por muchas razones.
Una de ellas era porque los resultados del mismo no eran independientes del nivel de cultura de una sociedad. Reflexión que podemos trasladar a la actualidad al observar la realidad social argentina.
Sostenía que para que una reforma funcionase adecuadamente, era necesario primero educar a los ciudadanos para que pudieran disciplinarse a si mismos, “que existiese un sentimiento de obediencia y respeto por el poder público” y algún elemento de cohesión entre los habitantes.
Lo que en la actualidad le falta a nuestra sociedad: cohesión, cementación.
A propósito de los festejos del Centenario, y aquí tenemos una pintura exacta de lo vivido en el pasado Bicentenario, García escribió que asemejaban a un carnaval dominado por una para él inesperada ola de entusiasmo ilimitado, seguido de la profunda proverbial indiferencia argentina. Como si lo hubiese presenciado y escrito en la actualidad.
En la obra que comentamos se perciben los signos de la barbarización de la sociedad argentina. Y como dice Devoto, la educación entendida por García en un sentido amplio que excedía en mucho el ámbito escolar, era el núcleo del problema argentino. Ya en 1922, se presagiaba nuestro porvenir.
Escribió en el citado trabajo: “… el talento, la ciencia, el raro don del estilo, una vida austera consagrada al estudio son factores inapreciados por estas nuevas generaciones. Y sopla una original y curiosa brisa de irrespeto para todos los valores morales y sociales, y en especial para los del espíritu.
“¡Naides es más que naides!”: el viejo aforismo criollo que late en el fondo del alma popular y anima toda su poesía, triunfa de nuevo”. Algo parecido dijo Discepolín con la “biblia y el calefón”.
Mencionó a un nuevo sistema creado por los planes de estudio modernistas en el cual los alumnos “no perderían el tiempo recitando a Horacio o Virgilio, ni en los detallas de las guerras médicas”.
Agregaba: “En cuarenta años de este régimen de estudios secundarios livianos se ha realizado el fin, a medias; pero con toda seguridad se ha formado el tipo de hombre que solo piensa en si mismo; incapaz de la acción concertada, que no concibe un fin social, altruista y generoso, como una norma de conducta”.
Acotaba más adelante en la referida obra: “… .hemos perdido la facultad de hablar y de escribir en forma clara, y de llamar a las cosas por su nombre. Muy a menudo no nos entendemos, sobre todo cuanto se busca lo fino y de efecto”.
Caramba, hace ochenta años se escribió este texto tan actual!
¿Cuál es el panorama hoy?
De los trabajos estadísticos llevados a cabo por la encuesta PISA, surge que somos el país con más retroceso en educación en el mundo. Con pocas horas de clase, relajamiento e indulgencia en el sistema disciplinario, pésimo mantenimiento y estado de los edificios escolares y desinterés por los estudios.-
Autor: Jorge Omar Alonso
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