lunes, 27 de diciembre de 2010

Homilia de Nochebuena del Sr. Arzobispo Card. J.M. Bergoglio.

Desgrabación de la homilía del Sr. Arzobispo, Card. Jorge M. Bergoglio S.J. en la Misa de Nochebuena. 24 de diciembre de 2010 Iglesia Catedral de Buenos Aires.

Llama la atención, al escuchar este pasaje del Evangelio, la precisión con que el evangelista Lucas ubica el lugar del nacimiento: el emperador Augusto, un censo, Quirino era el gobernador de Siria, cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. Marca exactamente un momento de la historia, ese momento de la historia es el momento que Dios irrumpe en la historia. Ya lo había hecho antes de otra manera, con llamados como con Abraham; con leyes; con liberación como en Egipto con Moisés o como en Babilonia por los profetas. Lo había hecho por su palabra, ahora irrumpe por su real Palabra, la Palabra que es Jesucristo, Jesucristo que es la Palabra de Dios. Irrumpe y El que nos venía acompañando en nuestro caminar, por primera vez se metió en medio de nuestro andar. Y lo que El había prometido antes por los profetas se hace ahora realidad. El, el todopoderoso, el creador, el trascendente, se transforma en el Dios con nosotros. Y de aquí en más este Dios será un Dios cercano, que no tenés que ir a buscarlo en la órbita de los astros sino que lo tenés a tu lado. Esa es la primera vez que Cristo llegó y empezó a caminar con nosotros. Va a venir una segunda vez, también histórica, no sabemos el tiempo, Dios lo sabe. En aquel momento no sabía la humanidad el tiempo en que iba a ocurrir la primera. Va a venir una segunda vez, va a aparecer una segunda vez ya definitiva. Una segunda vez definitiva para cada uno de nosotros cuando nos venga a buscar y nos lleve junto a El. Y una segunda vez definitiva para toda la humanidad cuando transforme la tierra en su gloria en su eterno paraíso. Vino una primera vez y va a avenir una segunda vez y en el medio de estas dos venidas caminamos nosotros porque El viene una tercera vez: viene cada año a recordarnos que vino y que vendrá.

La fiesta de Navidad es un sonoro recuerdo de la historia, un sonoro recuerdo de la revelación de Dios que nos viene a decir que El está, como lo dice tan bellamente el libro del Apocalipsis: “El está a la puerta y llama”. El está a la puerta del tu corazón y te está llamando. Dios está viniendo. La Navidad nos recuerda que vino una vez que va a venir otra vez y nos invita a que lo recibamos todos los días. Nos invita a que todos los días nos encontremos con El. Navidad es la fiesta del encuentro, del encuentro de la primera vez, de la esperanza del encuentro de la última vez y del encuentro cotidiano. Del encuentro con Jesús. Navidad es encontrar a Jesús. En esta noche santa se nos invita a que nos preguntemos como puedo encontrar a Jesús, si estoy dispuesto a encontrar a Jesús o me dejo llevar por la vida como si ya estuviera todo jugado. No, Jesús está golpeando tu corazón, Jesús te dice lo mismo que le dice el ángel a los pastores: te ha nacido un Redentor. Simplemente te pide que lo escuches, o más, te pide que lo busques. Hoy se nos invita a buscar.

Y donde lo voy a buscar. La señal que les da a los pastores es la de siempre. Como a ellos vuelve a repetirte: buscálo en un pesebre, en un corralón, la señal es la misma buscá donde nadie busca. No busqués entre las luces de las grandes ciudades, no busqués en la apariencia. No busqués en todo ese armazón pagano que se nos ofrece a cada rato. Buscá en lo insólito en lo que te sorprende. Buscá como esos pastores a quienes mandaron a buscar a un chico recién nacido recostado en un pesebre. Buscá allí. Remové la hojalastra y debajo buscá los brotes de vida. En la sencillez, en la pequeñez. Ustedes saben que en la gruta de Belén actualmente para entrar al lugar donde nació Jesús hay que agacharse, hay que abajarse, para encontrar a Jesús hay que hacerse pequeño. Despojate de toda pretensión. Despojate de toda ilusión efímera andá a lo esencial, a lo que te promete vida, a lo que te da dignidad. Abajate no le tengas miedo a la humildad, no le tengas miedo a la mansedumbre. Hoy se nos dice que cuanto más alta tenés la nariz sos más importante. No. Hoy se nos dice que cuanto más vanidoso aparezcas vas a tener más fuerza. No, no va por ahí la cosa. Hoy se nos dice que cuanto más grités y cuanto más te peliés, cuanto más discordia siembres te va a ir mejor. No, no es así. Abajate, usa la mansedumbre. Escuchá conviví. Reconocé la dignidad tuya y de los demás. Amá y déjate amar.

Esta es la noche de las sorpresas. Alguno me dirá, como podemos en esta Ciudad buscar las sorpresas. Anteanoche pasó algo que a mí me conmovió. Estaban en el Obelisco los chicos en situación de calle, organizados por el Arzobispado, haciendo un pesebre viviente, y ahí en la otra esquina del Obelisco estaba un Papá Noel que saludaba y recibía cartas y en un momento cruzó y le dijo al que dirigía el pesebre viviente: dejame sentar acá porque quiero sentir el espíritu navideño. Se abajó, dejó su disfraz y asumió la realidad. No te encubras ni de soberbio, ni de orgulloso ni de gritón, ni de dominador. No eso no te lleva a ganar. Abajate, jugá a la mansedumbre, jugá a la bondad revolvé entre la hojalastra de la vida y allí vas a encontrar eso que nadie entendía un niño recostado en un pesebre y envuelto en pañales. Así se encuentra a Jesús todos los días. ¿Lo sé buscar, se abajarme para encontrarlo o me mareo en las mil y una propuesta de esta ciudad pagana? Porque realmente esta es una ciudad pagana. Y vos sabés que no te cobran entrada para encontrar a Jesús. Si querés entrá, simplemente, El necesita de tu libertad y que asumas la gratuidad de la salvación. Porque no hay otra explicación para este misterio de la Navidad que la gratuidad con la que Dios sale a nuestro encuentro.

Animate salí a buscar y si no mirála a ella la Madre, simple sencilla, plena de mansedumbre y pedile que te lleve de la mano a buscar al Niño que no está en la soberbia y en el orgullo sino en la sencillez de todo lo que sea amor, mansedumbre y bondad. Que así sea.

Buenos Aires, 24 de diciembre de 2010.

Card. Jorge M. Bergoglio S.J.

No hay comentarios:

Publicar un comentario