LA MUERTE DE BEN LADEN
LA MUERTE DE BIN LADEN Y SUS CONSECUENCIAS
por Txente Rekondo
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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Cuando se va a cumplir el décimo aniversario de los ataques del 11-S, Estados Unidos ha logrado asestar un importante golpe a uno de sus enemigos más importantes. La muerte de Osama bin Laden está siendo presentada desde Washington como un triunfo de las doctrinas estadounidenses, al tiempo que se lanza un mensaje de amenaza: ?EEUU puede acabar con la vida de cualquier enemigo en cualquier lugar del mundo?.
Nadie puede dudar por tanto del valor simbólico de esta acción, que se nos presentará en los próximos como una gran victoria de Estados Unidos. Sin embargo, no son pocas las voces cualificadas, que también han querido señalar que ese triunfo puede tener consecuencias no deseadas, o utilizando el lenguaje en boga en la Casa Blanca, puede acabar generando más ?víctimas colaterales?.
Para importantes sectores del mundo jihadista, esta operación estadounidense ha significado la muerte de un líder y el nacimiento de un mártir, y con esa referencia no sería de extrañar que en las próximas semanas o meses, alguien intente ?vengar? la muerte de Osama bin Laden.
A partir de ahora se sucederán las especulaciones en torno al futuro que le depara a una organización como al Qaeda tras la muerte de su líder. Sin embargo se hace necesario repasar con más detenimiento esa realidad que algunos quieren simplificar en torno a un solo nombre, al Qaeda.
En su momento bin Laden y otros dirigentes lograron poner en marcha una organización con un mando centralizado, pero que con el paso del tiempo se ha ido transformando en una realidad más compleja y dispersa. La naturaleza del jihadismo transnacional ha ido cambiando en estos últimos años, y a día de hoy al Qaeda es una red más que una organización con una sola cabeza.
La importancia ideológica de bin Laden es evidente, pero sobre todo no hay que olvidar que en torno suyo se sitúan otros personajes que históricamente han tenido mayor peso a la hora de aportar las teorías que han inspirado a los grupos jihadistas. Personajes como Ayman al-Zawahiri u otros que a día de hoy conforman una nueva generación de líderes son suficiente garantía para que ese mundo siga siendo nutrido de aportaciones ideológicas clave.
Tras ese primer círculo o núcleo dirigente, que cuenta a demás con decenas de militantes en las regiones fronterizas de Afganistán y Pakistán, el jihadismo transnacional ha incorporado toda una serie de ?grupos franquicia?, que recogen las influencias ideológicas de al Qaeda (algunos incluso se adhieren formalmente a la misma), pero que cuentan al mismo tiempo con una agenda propia de carácter local.
Finalmente, en ese complejo tejido no hay que olvidar a las llamadas células autónomas, inspiradas por los dos grupos anteriores y que pueden operar sin ningún lazo organizativo con los mismos.
Los antecedentes de la operación hay que situarlos en los inusuales movimientos que el propio bin Laden habría protagonizado en las últimas semanas. Al parecer, hace un mes algún medio asiático publicó la sorpresa que manifestaban diferentes sectores de inteligencia de Pakistán, Estados Unidos y Arabia Saudita ante las reuniones que podría estar manteniendo el propio bin Laden, y que significaban al mismo tiempo la necesidad de desplazarse a diferentes lugares. Según esas mismas fuentes, los acontecimientos en el mundo árabe habían ?obligado? al dirigente de al Qaeda a contactar con algunas personas para redefinir una nueva línea estratégica. En ese sentido, se buscaría ?capitalizar las revueltas del mundo árabe, la lucha del pueblo palestino y redefinir su papel en Afganistán?, donde la resistencia contra la ocupación estadounidense se prepara para una ofensiva inminente.
Esa actividad frenética de bin Laden ponía en cuestión las dudas sobre su capacidad de controlar o dirigir al Qaeda en su conjunto, y le otorgaban a su persona algo más que un mero simbolismo referencial. No obstante sería un error no enmarcar esa situación en la transformación que durante los últimos años se ha venido materializándose en ese complejo mundo en torno a al Qaeda.
Tras la muerte de bin Laden muchas voces anticipan un cambio en el escenario bélico regional, así como algún tipo de respuesta jihadista en otros lugares del mundo. Por un lado, hay quien sostiene que este ataque puede significar el traslado de la centralidad de la guerra de Afganistán a Pakistán, o en el peor de los casos de una combinación bélica en ambos estados. La participación o colaboración de los dirigentes y militares paquistaníes ha supuesto una declaración de guerra por parte de la militancia jihadista local, que ha puesto en marcha los mecanismos para atacar a los pilares del status quo paquistaní.
La pérdida de bin Laden es un duro golpe, sobre todo simbólico, para el jihadismo transnacional. Sin embargo a día de hoy ese mundo cuenta con importantes ideólogos, propagandistas y estrategas, que sin duda alguna seguirán gestando su apuesta ideológica y militar.
Para ello cuentan con la resonancia de su mensaje en todo el mundo, con la utilización de los medios tecnológicos más modernos, como Internet, para asegurarse que su mensaje llega a todos los rincones, sin olvidar tampoco la importante producción de libros, dvds y otros soportes que inundan los mercados y calles de los lugares donde de encuentran sus potenciales seguidores.
Además, cuentan con la capacidad de transformar a esos consumidores en potenciales productores de la ideología citada, y al mismo tiempo son conscientes de la necesidad de aprovechar la inflamación regional a través de ese abanico de grupos franquicia que operan por el mundo.
Desde Washington se afirma que ha caído ?el enemigo número 1?, y sus aliados occidentales le hacen el coro, obviando que tras la muerte de bin Laden ya se han puesto en marcha sus sucesores y que probablemente esta nueva generación jihadista quiera vengar la muerte de su nuevo mártir.
LA MUERTE DE BIN LADEN Y SUS CONSECUENCIAS
por Txente Rekondo
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
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Cuando se va a cumplir el décimo aniversario de los ataques del 11-S, Estados Unidos ha logrado asestar un importante golpe a uno de sus enemigos más importantes. La muerte de Osama bin Laden está siendo presentada desde Washington como un triunfo de las doctrinas estadounidenses, al tiempo que se lanza un mensaje de amenaza: ?EEUU puede acabar con la vida de cualquier enemigo en cualquier lugar del mundo?.
Nadie puede dudar por tanto del valor simbólico de esta acción, que se nos presentará en los próximos como una gran victoria de Estados Unidos. Sin embargo, no son pocas las voces cualificadas, que también han querido señalar que ese triunfo puede tener consecuencias no deseadas, o utilizando el lenguaje en boga en la Casa Blanca, puede acabar generando más ?víctimas colaterales?.
Para importantes sectores del mundo jihadista, esta operación estadounidense ha significado la muerte de un líder y el nacimiento de un mártir, y con esa referencia no sería de extrañar que en las próximas semanas o meses, alguien intente ?vengar? la muerte de Osama bin Laden.
A partir de ahora se sucederán las especulaciones en torno al futuro que le depara a una organización como al Qaeda tras la muerte de su líder. Sin embargo se hace necesario repasar con más detenimiento esa realidad que algunos quieren simplificar en torno a un solo nombre, al Qaeda.
En su momento bin Laden y otros dirigentes lograron poner en marcha una organización con un mando centralizado, pero que con el paso del tiempo se ha ido transformando en una realidad más compleja y dispersa. La naturaleza del jihadismo transnacional ha ido cambiando en estos últimos años, y a día de hoy al Qaeda es una red más que una organización con una sola cabeza.
La importancia ideológica de bin Laden es evidente, pero sobre todo no hay que olvidar que en torno suyo se sitúan otros personajes que históricamente han tenido mayor peso a la hora de aportar las teorías que han inspirado a los grupos jihadistas. Personajes como Ayman al-Zawahiri u otros que a día de hoy conforman una nueva generación de líderes son suficiente garantía para que ese mundo siga siendo nutrido de aportaciones ideológicas clave.
Tras ese primer círculo o núcleo dirigente, que cuenta a demás con decenas de militantes en las regiones fronterizas de Afganistán y Pakistán, el jihadismo transnacional ha incorporado toda una serie de ?grupos franquicia?, que recogen las influencias ideológicas de al Qaeda (algunos incluso se adhieren formalmente a la misma), pero que cuentan al mismo tiempo con una agenda propia de carácter local.
Finalmente, en ese complejo tejido no hay que olvidar a las llamadas células autónomas, inspiradas por los dos grupos anteriores y que pueden operar sin ningún lazo organizativo con los mismos.
Los antecedentes de la operación hay que situarlos en los inusuales movimientos que el propio bin Laden habría protagonizado en las últimas semanas. Al parecer, hace un mes algún medio asiático publicó la sorpresa que manifestaban diferentes sectores de inteligencia de Pakistán, Estados Unidos y Arabia Saudita ante las reuniones que podría estar manteniendo el propio bin Laden, y que significaban al mismo tiempo la necesidad de desplazarse a diferentes lugares. Según esas mismas fuentes, los acontecimientos en el mundo árabe habían ?obligado? al dirigente de al Qaeda a contactar con algunas personas para redefinir una nueva línea estratégica. En ese sentido, se buscaría ?capitalizar las revueltas del mundo árabe, la lucha del pueblo palestino y redefinir su papel en Afganistán?, donde la resistencia contra la ocupación estadounidense se prepara para una ofensiva inminente.
Esa actividad frenética de bin Laden ponía en cuestión las dudas sobre su capacidad de controlar o dirigir al Qaeda en su conjunto, y le otorgaban a su persona algo más que un mero simbolismo referencial. No obstante sería un error no enmarcar esa situación en la transformación que durante los últimos años se ha venido materializándose en ese complejo mundo en torno a al Qaeda.
Tras la muerte de bin Laden muchas voces anticipan un cambio en el escenario bélico regional, así como algún tipo de respuesta jihadista en otros lugares del mundo. Por un lado, hay quien sostiene que este ataque puede significar el traslado de la centralidad de la guerra de Afganistán a Pakistán, o en el peor de los casos de una combinación bélica en ambos estados. La participación o colaboración de los dirigentes y militares paquistaníes ha supuesto una declaración de guerra por parte de la militancia jihadista local, que ha puesto en marcha los mecanismos para atacar a los pilares del status quo paquistaní.
La pérdida de bin Laden es un duro golpe, sobre todo simbólico, para el jihadismo transnacional. Sin embargo a día de hoy ese mundo cuenta con importantes ideólogos, propagandistas y estrategas, que sin duda alguna seguirán gestando su apuesta ideológica y militar.
Para ello cuentan con la resonancia de su mensaje en todo el mundo, con la utilización de los medios tecnológicos más modernos, como Internet, para asegurarse que su mensaje llega a todos los rincones, sin olvidar tampoco la importante producción de libros, dvds y otros soportes que inundan los mercados y calles de los lugares donde de encuentran sus potenciales seguidores.
Además, cuentan con la capacidad de transformar a esos consumidores en potenciales productores de la ideología citada, y al mismo tiempo son conscientes de la necesidad de aprovechar la inflamación regional a través de ese abanico de grupos franquicia que operan por el mundo.
Desde Washington se afirma que ha caído ?el enemigo número 1?, y sus aliados occidentales le hacen el coro, obviando que tras la muerte de bin Laden ya se han puesto en marcha sus sucesores y que probablemente esta nueva generación jihadista quiera vengar la muerte de su nuevo mártir.
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