Bolivia: El conservadurismo del cambio |
Nov-02-10 - por Daniela Espinoza (Pulso) Suena paradójico, pero todo parece indicar que las determinaciones ideológicas que están detrás de las actitudes del Gobierno frente a la libertad de expresión y la sexualidad tienen que ver con una visión idealizada y puritana de lo originario frente a lo exógeno.Si algo han creado leyes recientes aprobadas por el Gobierno y algunos proyectos de Ley que eventualmente podrían ser considerados en sesiones de la Asamblea Legislativa Plurinacional es una atmósfera que algunos analistas no han vacilado en calificar de opresiva. Y es que la Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación, particularmente los polémicos artículos que, según el gremio periodístico, evidencian la intención de limitar la libertad de expresión, así como borradores de normas puritanas que apuntan a evitar la difusión de obscenidades, por lo menos plantean una interrogante respecto al denominado proceso de cambio. ¿Cambio para ir hacia el futuro o cambio para volver al pasado? El sociólogo y ex periodista Rafael Loayza afirma que el socialismo del siglo XXI ha devenido en conservadurismo del siglo XIX, todo ello "basado en la existencia de un enemigo neoliberal, neocolonial, supuestamente ubicado en el otro extremo del proceso revolucionario", y aclara que esa es una característica de gran parte de los procesos revolucionarios. Aparentemente, y desde esa perspectiva, los ideólogos del MAS considerarían que para recuperar el espíritu de la nación, debe reivindicarse la autenticidad de lo originario y luchar contra lo exógeno, percibido "como una especie de opresión de la colonización". Incluso en una entrevista con la cadena informativa internacional Telesur, el ministro de Autonomías, Carlos Romero, afirmó que un Gobierno indígena era mejor que uno neoliberal, simplemente porque la gente que lo integraba reunía mejores cualidades: "más honestidad y más eficiencia". "Esto es como pensar que la característica genética podría determinar cuán mejor puede ser una raza que otra, lo cual es llegar al racismo por otra vía. Se trata de una idea racista que no debería ser sancionada porque es una opinión, de la misma manera en que un libro como Pueblo enfermo, de Alcides Arguedas, no debe ser censurado, ya que también es una opinión", añade Loayza.Desde esa perspectiva, todo lo que viene de afuera sería considerado un ataque a lo originario. Si tuviéramos que definirlo en términos psicológicos habría que decir que se trata de una "ansiedad pre-moderna, que concibe sólo lo originario como verdadero", añade Loayza. Bajo esa lupa, no es extraño, por ejemplo, que la estética "occidental", que se refleja en la moda o en los estereotipos de belleza, sea considerada como una amenaza y surjan voces, como la de algún senador masista, proclives a incluir la sensualidad de una modelo con poca ropa dentro de la categoría de obscenidad. De manera coincidente y como parte de este clima "conservador", se ha cuestionado a un presentador de televisión, Sixto Nolasco, que reúne tres características muy claras: extranjero, gay asumido y migrante en una región adversa al Gobierno. A la luz del análisis de Loayza, podría decirse que Nolasco es un símbolo de lo exógeno y, por lo tanto, peligroso, más allá de que este personaje haya utilizado un lenguaje determinado –no adecuado– para referirse a las principales autoridades del país. "Es que la lógica es controlar todo lo que tiene un origen externo. Por eso, se llegó incluso a hablar de que no debían transmitirse telenovelas hechas en otros países, porque no reflejan la realidad auténtica del país, como si todo lo de fuera contaminara lo originario", añade. Según Loayza, lo ocurrido con Sixto Nolasco tiene un componente fundamental: "la xenofobia, ya que un extranjero no puede hablar de nosotros y mucho menos del Presidente. En ese caso en particular se puede ver la intolerancia a la que lleva la idealización de lo indígena". Asimismo, dice que no deja de llamar la atención que se ataque lo supuestamente obsceno, en una búsqueda de dignificar el papel de la mujer, mientras que no se hacen planteamientos sobre temas centrales de esa búsqueda, como sería tratar el tema de la prostitución. Según el miembro del grupo Comuna Oscar Vega, hay que entender lo originario no como el principio del principio, sino como una necesidad y una urgencia de reconstituir orígenes, desde una perspectiva lingüística, de valores, etc. Antes de considerarlo como un rasgo pre-moderno, habría que plantearlo como post-moderno, no porque se haya superado la modernidad, sino porque se deja en suspenso la misma, asumiendo que hay otras temporalidades alrededor de ella. Desde esa perspectiva, añade, lo originario debe ser visto como un tema de actualidad, del aquí y del ahora, como una necesidad de restituir no una, sino distintas formas de actitud identitaria. La necesidad de la reconstitución identitaria no puede partir de un imaginario de Bolivia y de lo boliviano –entendido imaginario como el desconocimiento de lo que es en verdad el país–. Desde esa perspectiva, añade, se hace interesante observar el debate para definir cuál es la frontera entre lo que es de adentro y lo que es de afuera, la misma que no puede hacerse desde un debate fundamentalista. "Mucha gente ha querido entender el debate sobre la descolonización como si fuera lo externo impuesto a lo interno, dando por hecho que ya existe un interno", dice Vega mientras sustenta que cuando se habla de tareas de descolonización en realidad se hace referencia a distintas formas de dominación y de poder que tanto el país como otros del mundo han vivido por siglos, no sólo en temas políticos, económicos sino también culturales. Desde esa perspectiva, el discurso sobre el nacionalismo planteado desde 1952 se ha expresado de distintas maneras hasta ahora, pero siempre con el objetivo de resolver a partir de un imaginario de lo nacional un conflicto latente de desigualdad, discriminación de otras culturas que se fusionan con las diferentes naciones y pueblos. "El mayor peligro es querer ver al colonialismo como un problema externo a Bolivia, cuando en realidad está inserto en cada uno de nosotros y lo podemos verificar a través de la discriminación entre el que sabe y el que no sabe, el que tiene y el que no tiene, etc.", señala. Vega añade que las declaraciones que en los últimos días han salido sobre temas de sexualidad, cultura y ciertos hábitos de la sociedad boliviana expresan opiniones personales de ciudadanos, que en el momento cumplen funciones públicas; pero que de ninguna manera representan la visión global del Gobierno. Sin embargo, las opiniones y la controversia que ellas generan en la sociedad ponen al descubierto la urgente necesidad de debatir sobre ese tipo de temas, además de las características y políticas que llevan adelante las instituciones y por ende sus autoridades, explica Vega. "Es importante aclarar que las opiniones vienen de un senador no del Senado y son opiniones que tal vez vale la pena discutir, no por considerar que el mencionado senador tenga razón, sino por la polémica que los temas tocados provocan en la sociedad", dice a tiempo de observar que generalmente las decisiones se toman a nombre de alguien que no está presente, como en el caso del polémico artículo 15, en el que ni siquiera se sugirió la participación de los directamente involucrados, como son los adolescentes. |
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