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¿Hacia una poética montonera?
El exilio melancólico de Juan Gelman
por OSCAR del BARCO
Una polémica en la revista cordobesa “La intemperie”, tocó el tema de la responsabilidad ética de los ex militantes de grupos armados de izquierda.
El filósofo cordobés Oscar del Barco criticó al poeta argentino Juan Gelman, antiguo miembro del grupo armado peronista Montoneros –aunque distanciado de él a partir de fines de los 1970– por una supuesta falta de honestidad en sus comentarios a favor de los procesos contra los militares acusados de crímenes de lesa humanidad, sin asumir su responsabilidad “directa en el asesinato [...] incluso de algunos militantes montoneros” (Belzagui 2007: 33).
Los comentarios de del Barco impulsaron a varios autores a salir en defensa de Gelman y a criticar el “giro ético” o “levinasiano” de del Barco y de otros. La fuerza de estos intercambios nos obliga a preguntar: ¿qué es lo que significa “Juan Gelman” hoy en la Argentina?
En su figura pública como intelectual y poeta parecen coexistir dos versiones de la pos-dictadura argentina: por un lado, un trabajo para mantener vivo el legado de la lucha armada; por otro, un ejemplo de la exitosa reintegración de un ex militante como poeta dentro de ciertos paradigmas liberal-humanistas de memoria y coexistencia.
Esta tensión entre Gelman militante y Gelman humanista se queda plasmada, por ejemplo, en un ensayo de Mario Benedetti (1995: 47), en el cual cita Benedetti el poema “Escrituras” de Gelman de la colección “Relaciones” pero sin un verso de suma importancia: “Perón es nuestra única esperanza” (1980a: 17).
Es mi intención analizar esta tensión tomando como ejemplo un elemento temático de la poesía de Gelman: el exilio.
Como es el caso en la obra de muchos escritores exiliados, en la poesía de Gelman el exilio está experimentado como una derrota. Un poema de la colección “Bajo la lluvia ajena (1980) hace explícita la relación entre exilio, patria, y su proyecto político: de los deberes del exilio:
no olvidar el exilio/
combatir a la lengua que combate al exilio!
no olvidar el exilio/ o sea la tierra/
o sea la patria o lechita o pañuelo
donde vibrábamos/ donde niñabamos/
no olvidar las razones del exilio/
la dictadura militar/ los errores
que cometimos por vos/ contra vos
[...] (2001: 233 [1980]))
El poema traza una relación entre cierto grupo, la primera persona en plural de los verbos del sexto verso, y la patria, cuya pérdida está implícita en el exilio. Esta relación es político-estratégica, ya que hay dos razones por las cuales el sujeto se encuentra exiliado: la dictadura, y ciertos “errores”; pero aun en la admisión de errores se subraya la buena fe de los exiliados: cometieron sus errores por la patria.
Muchos poemas de Gelman escritos después del golpe de estado de 1976, y su eventual alejamiento de los montoneros se dedican a su hijo, Marcelo Ariel, secuestrado y asesinado por los militares; el poemario Si dulcemente incluye un apartado que termina con esta nota dedicatoria:
el 26 de agosto de 1976
mi hijo marcelo ariel y
su mujer claudia, encinta,
fueron secuestrados en
buenos aires por un
comando militar. el hijo
de ambos nació y murió en
el campo de concentración.
[...]
hasta que no vea sus cadáveres
o a sus asesinos, nunca los
daré por muertos. (1980b: 73)
Dos elementos indican el esfuerzo poético en este texto: primero, la supresión de las letras mayúsculas; segundo, oraciones que obligan al lector a emplear cierta destreza lógica; aunque la frase “nació y murió” pudiera indicar una simple y trágica verdad, refiere además al estado intermedio de los desaparecidos: ni vivo ni muerto; un niño que a la vez nace y muere debe estar a la vez muerto y vivo, una ausencia, como los “ausentes para siempre” (73), siempre presente, en particular dada la negativa del sujeto a aceptar las muertes.
En otros poemas de esta colección, esta negativa se convierte en una forma de fijación, semejante a la melancolía, como descrita por Freud.
no quiero otra noticia sino vos/
cualquier otra es migajita donde
se muere de hambre la memoria/ cava
para seguir buscándote/ se vuelve
loca de oscuridad/ [...](64)
El aislamiento físico del exilio acentúa la falta de información sobre el destino de los que habían sido secuestrados. El resultado del estado intermedio en que se hallan estas víctimas es una interrupción en el funcionamiento del duelo.
Según Gundermann, la melancolía es una de las características de la época pos-golpe; Gundermann caracteriza a los melancólicos por su “identificación con un objeto perdido [...] y la recalcitrante negación del sujeto melancólico de aceptar que este objeto se haya perdido,” (2007: 12).
En su ensayo, “Duelo y melancolía,” Freud nota una diferencia clave entre las dos condiciones: en el duelo, es el mundo lo que pierde interés para el paciente, pero en la melancholia es el ego que sufre este menosprecio, es decir, la sensación de pérdida se incorpora dentro de su experiencia de sí mismo; la melancolía está caracterizada por elementos del duelo, y elementos del extremo narcisismo (Freud 2005: 210).
Según Robben, en contraste, el duelo y la melancolía no son objetos distintos sino puntos en una escala; por ende, emplea Robben un tercer término, quizás más apto para Gelman: el duelo crónico.
A primera vista sería la pérdida de su hijo que motiva sus esfuerzos, como indica el neologismo “deshijar” (1980b: 54), pero hay otro elemento, que resulta tan clave como esta falta.
afligido de vos/ toda un pueblo
anda pidiendo verte/ entendimiento
que pierde sangre como vos/ de vos/
voluntad que no mira tu mirada (61)
Gelman generaliza la pérdida de su hijo, mientras habla de y por una tercera persona, el pueblo, pueblo que Gelman poetiza de forma típica en su obra con el “error” gramático de feminizarlo con el pronombre “toda”.
Esta representación, una forma de ventrílocuo de los deseos y objetivos del pueblo, repite uno de los trucos discursivos más típicos de los montoneros.
El exilio de Gelman, representado en sus poemas, demuestra la clara continuación de una poética montonera, es decir, una construcción poética que emplea los elementos clave del discurso del proyecto montonero: pueblo, patria, Perón; y es la pérdida de este proyecto que en gran parte motiva el duelo crónico en su obra.
Es importante subrayar el papel justificador que cumple el pueblo:
hablando de estas ceremonias:
el pueblo hace la Revolución
con pies lentos el pueblo
ángel de tierra ángel de luz (1980a: 29 [1973])
Sin el pueblo, el proyecto político no sería la Revolución. Este empleo del pueblo como vínculo entre la dirección montonera y el movimiento peronista es típico del discurso montonero en sus intentos de justificar el papel de liderazgo que este grupo se había otorgado en los años 1970.
Se ve la importancia de la patria, el segundo elemento, en otro poema de los 70.
el sol brilla sobre la patria
el sol ilumina la patria
el sol calienta la patria
los compañeros mueren por la patria (1980a: 82 [1978])
En este caso, el sacrificio de los compañeros se inscribe dentro de una serie de intercambios naturales con la patria.
Como resumen Sigal y Verón, “el peronismo se constituyó como discurso político a través de la instauración de una gigantesca metáfora entre el movimiento peronista y la Nación democrática, es decir entre los peronistas y los argentinos, entre Perón y la Patria” (1986: 241).
Varios estudiosos han examinado las dificultades de la relación entre Perón y los montoneros.
Tanto la idea de una conducción compartida entre el MPM y Perón, como la noción del “pueblo montonero” tal como la encontramos en la obra de Gelman, eran en cierta forma invenciones ideológicas de los montoneros.
Como señala Daniel James, los grupos peronistas de clase media o intelectuales dieron por sentado que la clase obrera era revolucionaria en esencia y que Perón era un líder revolucionario (1988: 241).
Una mitología que juntaba a un pueblo revolucionario con un Perón casi guevarista dejaba sin responder una serie de preguntas analíticas: ¿quiénes eran los que formaban parte del pueblo?
Y ¿cuáles eran los motivos del líder? (261). Según Gelman, en una entrevista de los años 80, era fácil saber: “el pueblo es Peronista” (en Mero 1987: 62).
A fines de los 70, los dos principios clave del grupo, su vínculo con las masas, y la primacía de lo militar, supusieron un conflicto práctico; las tácticas de los montoneros los pusieron también en conflicto con los obreros, ya que estos fueron los primeros que sufrieron las consecuencias de acciones montoneras en forma de represalias por parte de las fuerzas de seguridad. Por estos motivos, a fines de los 70, cualquier base obrera que había tenido el MPM quedaba destruida.
Como Gelman admite, los Montoneros cometieron gravísimos errores –que terminaron aislándolos de la masa peronista –en su enfrentamiento con Perón [...P]ero el que empezó el enfrentamiento fue Perón. (en Mero 1987: 40).
Según Sigal y Verón, el problema principal era el desfase entre la izquierda Peronista y el líder (1986: 237).
Mientras los sectores de izquierda se nombraron como voz auténtica del pueblo, el pueblo nombró a Perón electoralmente como su vocero (219); cuando en 1974 Perón expulsó a los sectores de izquierda, estos sectores, que se prometían fieles al pueblo, se encontraban discursiva y estratégicamente atrapados: “afirmar en 1974 que Perón ya no representaba a las masas significaría volver al ostracismo, restablecer distancia entre élite y base, una base que distaba mucho de ser montonera” (223).
Cualquier retirada por parte de los montoneros del Peronismo habría señalado el fin de cualquier reclamo sobre su relación con el pueblo o con el mismo Perón (219)
La obra reciente
Es productivo ahora examinar algunos ejemplos de la más reciente producción poética de Gelman. La colección País que fue será (2004) empieza con una cita de Guillaume de Poitiers:
“El Paraíso Perdido nunca estuvo atrás. / Quedó adelante”(2004: 7).
Es mi opinión que la idea de un proyecto futuro del pasado motiva muchos poemas de esta colección; en cierta forma, la colección trabaja con la reaparición de fantasmas del pasado que indican un posible futuro, en una forma de “hauntología” (hantologie), para emplear el término de Derrida.
El poema es un sitio que prepara la posibilidad de la vuelta de figuras del pasado, en particular su hijo. Lo perdido tiene, en el poema, un espacio donde reaparecer.
El poema “Jenin”, con un título que alude a la “batalla” entre el ejército Israelí y militantes Palestinos en 2002 intenta investigar la relación entre memoria y política contemporánea:
La desmemoria saca monstruos
al sol. [...]
Hay asesinos
y aplausos para los asesinos.
Caigo en los huecos
del alarido, vienen
pesadillas de un país distante.
Son pesadillas de mí mismo.
Me matan muchas veces
junto a tu piel suave.
Se deshija la noche, suenan
disparos, hunden
las naves que surcan el ojo
para irse de antiguas bestias. (2004: 57)
El poema traza un vínculo entre violencias que ocurren en otro país o lugar y la experiencia personal del dolor y preocupación: las noticias de actos de violencia en otro país repiten una experiencia traumática previa: las pesadillas del país distante son, textualmente, “pesadillas de mí mismo”.
Estos traumas existen como parte de una serie de relaciones individuales, en este caso con un “tú”; el verbo “deshijar” reaparece, y vemos como las noticias foráneas se inscriben dentro de la experiencia de Gelman de la pérdida de su hijo.
Esto nos obliga a repensar el primer verso: “desmemoria” no sería solamente la falta de memoria sobre los efectos de la guerra, sino además una más extensa falta de memoria sobre la experiencia argentina, es decir, se inscriben las injusticias en Palestina al lado de las argentinas de la última dictadura; de este modo, la lucha de Gelman se mantiene vigente hoy en día y dentro del contexto político mundial.
Vale la pena en este punto examinar las semejanzas entre estos poemas y obras de la época militante de Gelman; en varios poemas de la colección Si dulcemente, vemos la muerte de los compañeros montoneros como momento fundador de una nueva etapa en la lucha armada:
bajo tierra en la tierra
que sí los recibió / incendios
que apagó el odio military / hijitos
empújennos al triunfo (1980b [1979]: 16)
En este caso es importante señalar el empleo del sustantivo “hijitos” para describir a los compañeros muertos; por un lado, ya que algunos compañeros de Gelman –su hijo, su nuera– pueden ser nombrados precisamente con este término; por el otro, de nuevo se inscribe la lucha montonera dentro de la misma red familiar; aquí, la pérdida motiva la lucha política y viceversa.
Los vínculos entre muerte, exilio, memoria, y la persistencia de la lucha montonera son frecuentes en la colección.
A pesar de sus fracasos y muertes, los compañeros sobreviven en la memoria y en el poema de Gelman:
[...]
de claridad vestida/nada piden
para sí/van desnudos/sangran mundo/
callan de penas admirablemente/
esperan que empecemos otra vez. (101 [1980])
El empleo del subjuntivo es importante: en este caso, el subjuntivo es del presente; la posibilidad del pasado es, ahora, el futuro del presente, en casi la misma forma que vimos en el título de País que fue será: la posibilidad, nunca cumplida, del pasado (y, de cierta forma, la negación del orden actual).
En este caso, con referencias a “la batalla” y “prisión”, se hace explícita la referencia a la lucha armada.
Con estos poemas podríamos trazar un diagrama cronológico: lucha – errores – muerte – memoria – lucha (bis). Los tres últimos elementos de esta secuencia reaparecen en la última poesía de Gelman, como en este ejemplo, “Cortesías”
¿Dónde callás, memoria?/¿dónde
te acordás de vos misma/
acechando al verdugo para
matarlo como él te mató? (2007: 108)
El poema emplea un importante paralelismo entre la memoria y la muerte del hijo de Gelman; el empleo del término “verdugo” es clave, ya que en los últimos años la palabra se ha vuelto casi sinónimo entre la izquierda argentina de un miembro de los comandos militares.
Si el verdugo mató a la memoria, en un crimen parecido al cometido contra el hijo de Gelman, la memoria ofrece la posibilidad de una justicia extra-judicial en la revancha de la memoria.
En otro poema de esta secuencia, vemos la importancia de la memoria para el proyecto de Gelman:
El pasado vuelve cuando
desaparece. Vacíos que lloran
en sus países [...]
Se hinchan los ojos con
las cobardías de este tiempo,
sentadas
en sillas de su olvido. (63)
La primera oración podría ser un comentario sobre Freud –es un caso parecido a las observaciones de Gundermann que vimos arriba– pero otra vez se traza una línea entre los males contemporáneos y la falta de memoria del pasado.
Es imposible leer el verbo “desaparece” sin pensar en lo que implica este poema para la situación argentina.
Como indica Edmundo Gómez Mango, en la obra de Gelman se encuentra “un movimiento de presentificación de lo desaparecido, su verbo poético es acontecimiento presente de lo que ha sido, en el pasado vivo o en el anhelo que nunca se ha cumplido” (2004: 66).
Gelman quiere demostrar, primero, que una falta de memoria nos conduce a repetir los desastres del pasado; segundo, que aun en el exilio el poeta tiene que mantener una relación estrecha con sus antiguos compañeros y con lo que ha perdido; y, finalmente, que el proyecto a que prestó sus fuerzas en el pasado sigue vigente hoy en día.
En conclusión, señalaría que la tensión que mueve la poesía de Gelman es entre Gelman como poeta, y Gelman como militante (todavía) que escribe poesía, y cuya poesía era, es, y seguirá siendo, parte de un proyecto de lucha peronista contra el capitalismo hegemónico; por ende su cierto conservadurismo político y estético para mantener viva esta lucha dentro del contexto actual.
En el contexto de la polémica de “La intemperie” demuestra también un conflicto clave: para seguir el argumento de Julian Bourg sobre los vínculos entre el mayo francés y la filosofía, hace evidente que el giro “ético” o “levinasiano” tiene sus raíces en los propios movimientos armados de los 60; Gelman es un recuerdo de los comienzos violentos de esta rebelión contra nomos o ley.
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