lunes, 4 de abril de 2011

Gadafi avanza otra vez.


Ras Lanuf volvió a caer en manos de Gadafi

Gracias a que aún disponen de un importante poder de fuego y una mejor capacidad de maniobra que sus oponentes, las fuerzas del coronel Gadafi no sólo lograron detener el avance de los rebeldes, sino que además recuperaron de un golpe las localidades de Al Harawa, Bin Jawad y Ras Lanuf. Este último es un importante enclave petrolero ubicado a 375 km al oeste de Bengasi, la sede del gobierno provisional opositor al régimen.
La combinación de cañones y lanzacohetes Grad resultó nuevamente determinante para frenar la ofensiva rebelde, que hasta el momento había logrado progresar gracias principalmente a los ataques aéreos aliados, pero que se había caracterizado por la desorganización y falta de tácticas de combate por parte de los entusiastas milicianos armados.
En esta oportunidad, parece haberse repetido la misma situación de la primera ofensiva rebelde, allá por principios de marzo, cuando el ejército de Gadafi se replegó hasta las puertas de Sirte, donde preparó una emboscada que detuvo el empuje de los revolucionarios a fuerza de cohetes y cañones.
Esta vez, sin embargo, las fuerzas del régimen recurrieron a su mayor disciplina y realizaron un rápido movimiento, flanqueando a las fuerzas enemigas, lo que provocó lo que muchos corresponsales señalaron como una verdadera estampida de vehículos y hombres huyendo hacia el este.
De esta forma, los rebeldes se concentran ahora en cercanías de Marsa el Brega y Ajdabiya, intentando recuperarse del golpe material y sicológico sufrido por la inesperada respuesta de sus adversarios, a quienes creían desmoralizados y en franca huida.
El error de los revolucionarios fue creer que los aviones de combate europeos y estadounidenses los acompañarían en su avance contra el bastión gadafista de Sirte, pero no tomaron en cuenta de que dichos estados no intervendrán en el caso de dos ejércitos enfrentados en un campo de batalla clásico a campo abierto, porque el mandato de la ONU, si bien un tanto ambiguo, establece que los ataques aéreos sólo se aplican para proteger a civiles.
Los milicianos de Bengasi deberán convencerse de una vez por todas que su táctica de avanzar directa y anárquicamente contra un enemigo organizado y bien armado es totalmente inútil y genera una gran pérdida de vidas y equipos que resultan vitales para su revolución. Si no toman nota de esa dura lección, estarán condenados a suplicar por una intervención extranjera terrestre.

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