martes, 12 de octubre de 2010

La clase politica argentina.

Una verdad incontrovertible

El primer recurso al que inevitablemente echan mano los funcionarios argentinos, es negar la realidad. Cuando no tienen más remedio que reconocer el problema, sacan de la manga otro excelente recurso, bastante utilizado también: el echar la culpa a otros.

Por Hugo César Renés


Las sociedades más avanzadas de nuestros tiempos se caracterizan por elaborar diagnósticos respecto a sus realidades, planificar cursos de acción, ejecutarlos y evaluar sus resultados y no lo hacen desde una realidad vista con un solo ojo o con una óptica prejuiciada, tan sesgada y unilateral, que les impida hallar las decisiones más convenientes.

En nuestro país, como la política no es una cuestión de ideas sino, más bien, una forma de encaramarse al poder, resolver los problemas que enfrenta nuestra sociedad (asimetría de crecimiento - léase desigualdad social -, la inflación, la inseguridad jurídica y social, la inversión, la educación, la salud, el FMI, las empresas de servicios privatizadas, la administración pública supernumeraria e ineficiente, etc., etc.) significa apelar a toda clase de estratagemas y/o políticas dilatorias, para evitar enfrentar las responsabilidades subsecuentes...

El primer recurso al que inevitablemente echan mano los funcionarios argentinos, es negar la realidad.

Cuando no tienen más remedio que reconocer el problema, sacan de la manga otro excelente recurso, bastante utilizado también: el echar la culpa a otros. Generalmente los predecesores son siempre inmejorables candidatos, aunque nada supera a los culpables innominados (el neoliberalismo, la sinarquía internacional, los complotados, los desestabilizadores, etc.).

Si el problema subsiste, y no hay más posibilidad de ignorarlo, todavía en la galera del funcionario argentino hay numerosos recursos para zafar del compromiso: uno muy común, es distraer la atención pública. En este caso, todo vale para evitar hacerse cargo del problema.

Si el tema no se puede eludir más y se hace inevitable proponer soluciones específicas, aquí el espectro de alternativas se expande. Un mecanismo de mucha “creatividad” es copiar una solución aplicada para un problema absolutamente diferente y, aunque sepan de antemano que nada se solucionará, declamarán con un dejo de hipocresía que el tema esta abordado, y que la solución es inminente. Otra solución para que nada se solucione, es la de atiborrar con legislación contradictoria a la ciudadanía, y si algo se resuelve, por casualidad, seguramente la solución es invariablemente ficticia.

Y así siguen echando mano a cuanta expresión se les ocurra, según el tinte ideológico de quién las pronuncie, para fabricar la verdad y justificar la realidad, diciendo lo que no es, para esconder lo que realmente es: ...que los diagnosticadores, que el neoliberalismo; que las políticas populistas posmodernas aventureras e irresponsables; que el enemigo externo; que el cinismo liberal; que la máquina mediática; que la globalización, que los supermercadistas, etc., ¿y ellos?, los políticos, ¿cuándo aceptarán su cuota parte de responsabilidad?.

Para abandonar una Argentina que avanza a los tumbos, la de las grandes asimetrías, la de los grandes logros y los rotundos fracasos, ¿no sería mejor diagnosticar las causas de nuestra miseria y elaborar un proyecto consensuado a través de la generación e intercambio de conocimiento y bienes intangibles que tiene nuestra sociedad, para que la ética, el bien común, la justicia, la igualdad de oportunidades y la solidaridad, sean valores fundamentales para terminar con tanta desigualdad social, antes que seguir descalificando y agraviando a cuantos se nos pongan por delante, para seguir mintiendo y fabricando verdades que no son?.

Con ese espíritu deberíamos estar caminando pensando en el 2011 para poder construir una sociedad unida y fuerte, en la que nada importe tanto como la consolidación de un sistema que haga del pluralismo pacífico y democrático, su herramienta fundamental.

La tarea será difícil, pero si sabemos escucharnos y anteponemos la sinceridad a toda otra condición, con la ayuda del Señor, no será imposible.

Desechemos los espejismos que puedan presentársenos, porque habituados como estamos a aceptarlos, la ansiedad y el cansancio serán nuestros constantes enemigos.

Recomencemos el dialogo directo y cordial; originemos un sano cambio de opiniones; seguramente de ellas surgirá un valioso mundo de conceptos que nos puede ayudar a resolver cuanta dificultad nos depare el próximo año que debe significar para todos, un paso fundamental hacia la justicia, el orden, la seguridad y la prosperidad individual y colectiva.

En azul y blanco, HUGO CÉSAR RENÉS

Cuando las debilidades estructurales no son (o no quieren ser) asumidas por los políticos, difícilmente instrumenten estos reformas lo suficientemente robustas y flexibles como para anticiparse a los shocks que vendrán, que no harán otra cosa que agravar los costos sociales que seguiremos pagando con más pobreza y desigualdad social.

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