martes, 12 de octubre de 2010

La figura de Mario Vargas LLosa.

Un Nobel para la libertad

Hay un fenómeno extraliterario que agiganta moralmente la figura de Mario Vargas Llosa.

Por Carlos Alberto Montaner

La Academia Sueca explicó extrañamente la razón por la que le ha otorgado el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa: por su “cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Menudo galimatías. Me imagino que el escritor debe haberse quedado estupefacto. Mucho más sencillo era haber declarado que premiaban al novelista vivo más notable de la lengua española.

A Mario lo sorprendió la noticia en la Universidad de Princeton, donde dicta un curso este semestre. Oscar Haza, el periodista dominicano de Miami, le hizo la primera entrevista tras la concesión del Nobel. Eso, en el argot, se llama “un palo periodístico”. Yo estaba en el aire, junto a su hijo Álvaro Vargas Llosa, celebrando el triunfo, cuando lograron comunicarse con él. Este año las crónicas ni siquiera lo mencionaban entre los candidatos. A Mario hasta se le había olvidado que por estas fechas los académicos suecos seleccionan al ganador. Siempre madrugador y cuidadoso, preparaba su clase cuando recibió la inesperada llamada de Estocolmo.

Hace mucho tiempo, desde que en 1981 publicó La guerra del fin del mundo, una extraordinaria novela de tema brasilero, Mario merecía este reconocimiento. Probablemente es el único galardón importante que no había recibido. Es impresionante la lista de premios, doctorados y distinciones que le han otorgado a lo largo de sus 74 años. Algunos se lo han dado para honrarlo a él y otros para realzar a la institución que lo concede, pero ésa es la inevitable ambigüedad de todas las condecoraciones. En este caso, si Mario moría sin el Nobel de Literatura, habría sido otro fallo imperdonable para una institución que, a lo largo de su historia, ha ignorado a figuras del tamaño de Kafka, Joyce o Borges, mientras premiaba a algunos escritores de mucho menor calado.

En esta oportunidad, sin embargo, hay un fenómeno extraliterario que agiganta moralmente la figura de Mario Vargas Llosa. Entre las docenas de mensajes que he recibido abundan los enviados por venezolanos, nicaragüenses, cubanos y chilenos. Todos se muestran agradecidos por la permanente defensa de la libertad que el peruano, junto a su mujer Patricia y su hijo Álvaro, han convertido en un verdadero leitmotiv familiar. Parafraseando a Churchill, “nunca tantos le han debido tanto a tan pocos”. No hay un tirano latinoamericano que no haya tenido que enfrentar sus críticas. No hay un demócrata perseguido que no haya encontrado su mano amiga cuando ha llamado a su puerta. No hay una protesta pública que no lleve su firma si la causa valía la pena. Incluso, creó y preside la Fundación Internacional para la Libertad, con la colaboración del economista argentino Gerardo Bongiovanni, con el objeto de difundir eficazmente las ideas en las que cree.

Para los latinoamericanos esto es muy importante. Vivimos en una peligrosa tembladera política en la que la libertad y la democracia siempre penden de un hilo. En el pasado, los militares daban un manotazo y se apoderaban del gobierno, pero hoy la amenaza más obvia proviene de mandatarios electos que utilizan su autoridad para desmantelar el Estado de Derecho y convertir el sistema judicial en un instrumento para perpetuarse en el poder y perseguir a sus adversarios, como ocurre en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador. Frente a ellos, por la legitimidad de origen que poseen, los gobiernos genuinamente democráticos e instituciones como la OEA permanecen en silencio, y sólo las protestas encabezadas por grandes figuras consiguen abrirse paso hasta los titulares de los medios de comunicación.

Esta firmeza en defensa de la libertad le ha resultado muy costosa a Mario Vargas Llosa. Como siempre sucede, los amigos de las tiranías lo han acusado de haberse vendido a Washington o de agente de la CIA, y no han escatimado los peores agravios y calumnias. Incluso, han puesto en peligro su vida, como sucedió en la ciudad de Rosario, Argentina, hace un par de años, cuando los grupos comunistas más violentos apedrearon e intentaron quemar un autobús en el que viajaba en unión de otros escritores participantes en un seminario organizado por la Fundación Internacional por la Libertad.

¿Qué va a suceder con Mario ahora que posee el Nobel? Nada especial, salvo en un aspecto que ha destacado con humor su hijo Álvaro: ya nadie volverá a mortificarlo con la incómoda pregunta de por qué este año no le concedieron el Nobel. Por fin se hizo justicia.

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